La agudización de los conflictos imperialistas y las tareas revolucionarias del momento

Carlos Borrero

Especial para Abayarde Rojo

Nota de la mesa editorial: por un error nuestro se suprimieron los últimos tres párrafos de esta colaboración, los cuales se incluyen en esta versión corregida. Nuestras sinceras excusas al colaborador.

A cien años desde la primera conflagración mundial y 75 años desde la segunda, el mundo hoy se encuentra al borde de otra hecatombe.  El ojo de la tormenta por el momento parece ser Ucrania, una región de particular importancia geoestratégica dentro de la masa territorial de Eurasia.  Sin embargo, debido a las raíces subyacentes y el alcance de los poderes en conflicto, la chispa para el estallido que viene puede darse en un sinnúmero de lugares del planeta.

Durante las últimas semanas, los representantes políticos de las burguesías de los Estados Unidos y Alemania han

Manifestantes agitando la bandera del capital financiero en Europa.

preparado abiertamente para la guerra contra Rusia.  El golpe derechista en Ucrania, instigado y promovido por Washington y Berlín, sólo puede entenderse como parte de una estrategia más amplia del imperialismo estadounidense de debilitar a Rusia y así neutralizar la posibilidad futura de una alianza efectiva entre Moscú y Beijing.   El rápido despliegue de tropas norteamericanos a los países bálticos, así como la reanudación de planes para instalar un sistema de defensa en Polonia y la incursión de buques de la marina de EE.UU. en el Mar Negro durante los últimos días, aunque hasta ahora acciones simbólicas solamente, destacan las verdaderas intenciones del imperialismo estadounidense de cercar a Rusia al oeste.   La ubicación estratégica de Ucrania la ha hecho una vía esencial para los recursos energéticos rusos destinados a Europa occidental.  Las recientes maniobras imperialistas en Ucrania tienen como objetivo crear una cuña entre Moscú y occidente con implicaciones económicas y políticas muy claras para Rusia.

En este sentido, Alemania juega el papel de comodín.  Tiene sus propias ambiciones imperialistas a largo plazo, especialmente al sureste, que tiene que balancear con su realidad inmediata.  Vale recordar que la burguesía alemana, incluso antes de la infame Operación Barbarroja nazi, siempre ha soñado con el control de los inmensos recursos energéticos de la región del Cáucaso a Bagdad con el fin de alimentar a sus propias industrias.  Sin embargo, un conflicto en Ucrania a corto plazo podría interrumpir el flujo de petróleo y gas natural rusos a Alemania y el resto de Europa occidental y así exacerbar las tensiones sociales internas dentro de una región que ya sufre de un aumento de pobreza y desempleo.  Además, un conflicto como tal amenazaría algunos lazos económicos que existen entre ciertos sectores de la burguesía alemana y los oligarcas petroleros rusos.  El consorcio ruso-alemán Nord Stream AG es sólo un ejemplo de estos lazos.  Estas consideraciones han provocado algunas tensiones dentro de la clase dominante alemana a pesar de que el tono de la prensa alemana en las últimas semanas indica que el ala belicista está afirmando su posición.  En un esfuerzo por alinear sus intereses económicos y necesidades diplomáticas, EE.UU. ha estado tratando de convencer a sus aliados de Europa Occidental de la viabilidad de gas natural licuado derivado del fracking hidráulico como una alternativa para compensar las pérdidas esperadas debido a una guerra con Rusia.

De todos los conflictos entre potencias capitalistas en el mundo de hoy el más importante por mucho, sin embargo, es el que existe entre EE.UU. y China.  En EE.UU. los medios de comunicación se refieren abiertamente a la «Pivote a Asia» como el componente central de la política exterior estadounidense.  Esta política tiene como objetivo contrarrestar el ascenso chino como potencia mundial y amenaza directa a EE.UU.  Refleja la desesperación de un poder decadente ante el ascenso de otro nuevo.

La prensa burguesa internacional ha dado mucha cobertura a las disputas sino-estadounidenses sobre las valoraciones de moneda, patentes y comercio en los últimos años.  La reciente expansión del bloque comercial a lo largo de la costa del Pacífico a exclusión de Beijing, el Acuerdo Estratégico Trans-Pacifico de Asociación Económica, promovida por EE.UU. tiene la intención clara de limitar el alcance económico de China.  Se debe recordar, además, el descontento estadounidense con el control actual que ejerce China sobre la oferta de elementos de tierras raras, metales de vital importancia estratégica para la industria militar estadounidense.  Por el momento, China controla sobre 90% de la oferta mundial de estos metales.

Son precisamente estos conflictos económicos que están detrás de la escalada militar en el Pacífico además de las recientes provocaciones llevadas a cabo hasta ahora por «terceros» dispuestos a jugar el papel de caballo de Troya para los intereses norteamericanos.  Los dos ejemplos más claros de esto son la retórica cada vez más belicosa del gobierno derechista de Japón, cuyo conflicto con China sobre las islas Senkaku-Diaoyu en Mar de China Oriental se ha escalado, y el reciente pacto militar firmado entre los gobiernos de Filipinas y EE.UU.  En ambos casos el control de las rutas marítimas vitales en los mares de la costa de China, por donde pasan anualmente más de $5.3 trillones en comercio incluyendo enormes cantidades de hidrocarburos, juega un papel central en la política estadounidense de cerco.

Todos los poderes capitalistas principales del conflicto se encuentran en medio de insolubles contradicciones internas por lo que el impulso bélico tiene sus raíces verdaderas.  La prolongada crisis económica que siguió la orgía de pillaje del capital financiero ha dejado sin opciones a las burguesías de las grandes potencias.  La llamada recuperación económica en EE.UU. es una farsa.  Europa está al borde de otra recesión.  La desaceleración de la manufactura china se ve compensada por la especulación financiera y con la excepción de las exportaciones de petróleo, la economía rusa está en ruinas.  A riesgo de sucumbir cada burguesía nacional se pone más agresiva tanto en contra de los obreros de sus respectivos países, a quienes impone medidas austeras, como en contra de sus competidores internacionales.  Las clases dominantes están muy conscientes, sin embargo, de que sin el apoyo de sus obreros no podrán realizar sus objetivos geoestratégicos.  Por eso toda la propaganda belicista de ahora, que fácilmente puede convertirse en realidad mañana, tiene como objetivo principal desviar estas presiones sociales internas dentro de los centros del capital hacia fuera.  Sólo la sumisión continua de la clase obrera a los intereses de las clases dominantes les permite lograr sus fines geoestratégicos en el gran tablero de ajedrez mundial.

Los obreros con conciencia de clase, es decir, los enriquecidos por el marxismo revolucionario, entienden que las guerras en escala mundial son una consecuencia inevitable de la manera en que se combinan el monopolio y la competencia bajo el capitalismo.  La internacionalización del capital es el desenlace lógico del monopolio que surge primeramente dentro de las estado-naciones y determina en gran parte su política exterior.  Al mismo tiempo, el mantenimiento de las formas políticas nacionales refleja la continua competencia económica, «muchos capitales» en las palabras de Marx, en el plano internacional.  La intensificación de esta competencia internacional, especialmente bajo condiciones de crisis económica mundial, reproduce los conflictos entre los grandes poderes que caracterizan el capitalismo internacional desde que entrara en su fase imperialista.  No es una cuestión de idiosincrasias de un líder, ni caprichos de políticos, ni mucho menos los rasgos innatos de una gente, que nos conducen a la guerra.  Es el funcionamiento del sistema capitalista mismo que engendra las conflagraciones a escala mundial.

La primera guerra mundial provocó una incisión en el movimiento obrero internacional.  Los reformistas, bajo la influencia burguesa, traicionaron a los obreros instándolos a verter su sangre por los intereses imperialistas en la guerra.  Los líderes más brillantes y dedicados de la clase obrera en aquel entonces entendieron las raíces del conflicto y organizaron a los proletarios para la toma del poder.  Los más destacados de entre ellos fueron los bolcheviques en Rusia.  Como resultado de dos décadas de trabajo meticuloso por establecer una base teórica e ideológica firmemente arraigada en el marxismo revolucionario entre sus filas, los bolcheviques pudieron aplicar una política correcta durante la crisis mundial que eventualmente los llevaría al poder.

Las lecciones de aquel periodo histórico son indispensables para que los obreros de hoy.  No es una cuestión de elegir entre amos imperialistas, sino organizar para la toma del poder con el fin de salvar a la humanidad de un nuevo desastre.  Como tal, nuestras tareas tienen que enfocar en la construcción de un partido revolucionario dedicado a la preparación política e ideológica de los trabajadores para la toma del poder.

La crisis general en Puerto Rico, que se manifiesta en el agotamiento del modelo capitalista colonial y la sumisión completa de todos los representantes políticos del país al imperialismo norteamericano, le da aún más urgencia a las tareas ante los revolucionarios puertorriqueños.  Su posición geográfica entre el Mar Caribe y el Atlántico así como las históricamente altas tasas de desempleo han sido factores en la inserción de Puerto Rico en el nexo de maniobras imperialistas estadounidenses durante más de cien años.  Estos factores se han agravado hoy por la agudización de los conflictos imperialistas y la aceleración de la carrera hacia la guerra.  A esta carrera belicista del capital, los obreros revolucionarios debemos contestar: ¡No a la guerra imperialista, sí a la lucha por una paz socialista!

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