El 24 de mayo de 1918, Lenin publicó en la edición 101 de Pravda, una carta con la que había respondido a una misiva de un trabajador del complejo industrial Putílov en Petrogrado. La carta del trabajador, descibiendo la situación en Petrogrado, sacudió a Lenin, no porque él no estuviera al tanto de los detalles de la crisis que experimentaba la Revolución, sino porque él era particularmente sensible a la voz de los trabajadores.

Su respuesta es una poderosa muestra del acero revolucionario que formaba toda la persona de Lenin. La situación era caótica, y rompía el espíritu de muchos revolucionarios. Esa atmósfera tajante, de éxito o fracaso, de vida o muerte, se cuela entre las líneas de este escrito, y no es para menos. Todavía rugía la Guerra Civil, y la intervención de los imperialistas por todas las esquinas de Rusia, y ahora, como resultado del sabotaje de los enemigos de la Revolución, el hambre comenzaba a amenazar el frágil orden social que los bolcheviques, con muchas dificultades, habían logrado establecer.
Esta lectura es una terrible escuela de que la Revolución no es un juego aventurero de la postmodernos ni adolescencia, sino un ataque rudo e implacable a las estructuras del orden burgués, que cuando es fallido, desata la furia sangrienta de la contrarrevolución triunfante, y cuando es exitosa, tendrá que enfrentar retos que requerirán las más férreas respuestas revolucionarias para evitar costosos reveces.

En Puerto Rico, el descalabro de la colonia es irreversible y palpable, y su derrumbe final —imposible anticipar cuándo— traerá abajo muchos siglos de sumisión colonial. El pueblo de desbordará en energía descontrolada, mientras que las instituciones coloniales no podrán establecer su autoridad para mantener el orden. Puerto Rico estará entrando en una época, más o menos prolongada, de crisis pre revolucionaria. ¿Qué dirección tomará? ¿En qué régimen desembocará? Preguntas imposible de responder, aunque sí es posible anticipar que el trabajo y la preparación que hagamos los trabajadores revolucionarios, desde ahora, afectarán los posibles desenlaces.
Este artículo de Lenin señala —de manera que debe sacudirnos a los revolucionarios— cómo los enemigos de la Revolución tratan de estrangularla con el acaparamiento y control de los alimentos.

Los alimentos, el combustible y la energía —la energía eléctrica en nuestro caso— son factores críticos y estratégicos que los trabajadores revolucionarios deben estudiar, no como un ejercicio estéril de especulación, pero como parte de un proceso de educación sobre la insurrección de la clase trabajadora, su toma del poder, y su creación de un poderoso estado proletario. Tenemos que estudiar, desde ahora, las lecciones históricas de las confrontaciones finales entre los trabajadores y el capital, asentando en nuestra disciplina y militancia de marxistas leninistas, la convicción de que, en esas luchas decisivas, estarán condensados los siglos siguientes de nuestra historia.
O vencemos, o seremos vencidos.
De todos modos hay que prepararnos para esa guerra de clases. Lo contrario es el reformismo pusilánime, la aceptación mezquina del servilismo perpetuo, y el abandono de la revolución emancipadora del proletariado.
Estas lecciones están condensadas en esta carta de Lenin, que puede accederse en el siguiente enlace: