…de las mujeres sureñas
Reconozcamos el poder que tenemos en nuestras manos: el poder de inculcar valores revolucionarios en nuestros hijos/as para ayudar a construir otra sociedad. Rompamos con el machismo, con la desigualdad, con el maltrato, con la injusticia, la enajenación, el individualismo, la marginación… En fin, con todo lo que va en detrimento del ser humano.
Tenemos una importante herramienta de nuestro lado; el producto de nuestro amor. Debemos utilizarla para romper con la educación que nos han inculcado generación tras generación. Esa educación que nos impone cómo “deben” ser las cosas. Todo a conveniencia del gobierno de los grandes intereses.
Muchas veces somos nosotras mismas, las mujeres, las que nos condenamos. Damos a luz y si es niña, todo es rosa, las muñecas (para que aprendan a ser madres), las cocinitas, la escoba, la aspiradora. ¡Como nos lavan el cerebro desde pequeñas con los supuestos “deberes” de la mujer! Siempre debes verte bien, para eso están los maquillajes. Debes ser como ellas, como las muñecas Barbie. Las niñas crecen y se dan con la dura realidad: es imposible.
Pero si es niño, todo es azul. ¡Los niños no lloran! Deben llevar el pelo corto, cero pantallas, cero muñecas, eso es cosa de nenas. No lo quieres en la cocina, le recoges el cuarto, vas detrás de él levantando y limpiando todo lo que tira. Si nos dejan, le servimos hasta que se casen y esclavicen a OTRA MUJER. Conste que, en cierta medida, contribuimos a perpetuar la ideología machista. Pero ya conscientes, entendemos que debemos hacer algo: poner nuestro granito de arena para poder cambiar la sociedad para que sea humanista, equitativa y JUSTA.
Tanto niñas como niños deben aprender a realizar tareas como cocinar, limpiar, hacer el patio, reciclar, botar la basura, hacer los baños, etc. Para que crezcan siendo capaces. Para que rompan con los esquemas establecidos por la sociedad y con la educación inculcada por ideólogos capitalistas que se reproduce en las escuelas.
En los libros de la escuela las niñas son secretarias, enfermeras, maestras, amas de casa y los niños doctores, ingenieros, policías, bomberos, gobernantes… etc. El sistema encajona a las mujeres en los papeles que “debe desempeñarse”. Nos impone labores, responsabilidades, nos utiliza como mercancías y nos margina.
En el trabajo, los patronos nos limitan y nos discriminan desde que llenamos la solicitud de empleo. Se fijan si estamos en edad reproductiva pensando en la Maternidad, (se olvidan que tienen madre, que si no fuese por una mujer no estarían donde están). Si eres madre, el patrono pensará en el tiempo que solicitarás si se enferman los niños/as. No nos creen igualmente capaces. Realizamos el mismo trabajo que los hombres y nos pagan menos. Estando dentro, sufrimos por el abuso de poder y hasta aguantamos estas situaciones por la necesidad familiar. ¡No deberíamos! Muchas veces no denunciamos los maltratos, los hostigamientos y las injusticias.
Llegamos al hogar, ¡al fin paz y tranquilidad! ¡Sí, claro! Llegamos a seguir trabajando, atender a los niños/as y al esposo. Éste exige su comida luego de un largo día de trabajo por quiere descansar, así que dale el control del TV de una vez. Mientras nosotras seguimos trabajando y realizando tareas del hogar. El fin de semana hay que lavar la ropa, plancharle a todos, seguir cocinando (por que seguimos comiendo), cuidar los niños/as, atender al esposo.
Y tú mujer, sigues siendo EXPLOTADA. Quizás no lo veías así, hasta hoy que estas abriendo los ojos, ya que estabas como muchas de nosotras, ¡hipnotizada por el sistema!
Somos trabajadoras 24/7, las peor pagadas en comparación con la labor realizada y la responsabilidad adquirida. Somos esclavizadas hasta por nuestros amores. Por esta razón les digo madres: inculquemos en nuestros hijos/as valores revolucionarios y rompamos con el PATRIARCADO.
¡A organizarnos, construyamos una nueva sociedad!