Los payasos coloniales hacen de las suyas

DIALÉCTICASrojas

Washington y Wall Street descarrilaron un proyecto de consulta sobre el estatus que consideraron potencialmente peligroso.

No es que objetaran a otro referéndum inservible más. A Washington le encanta que los puertorriqueños nos entretengamos con ejercicios fútiles y costosos que no hacen otra cosa que dividir al pueblo y sumirlo en el cinismo político. Es sólo que esta vez se coló un detalle inaceptable para los burócratas federales y para la oligarquía financiera.

El mensaje del imperio a Puerto Rico: 1. Muy importante —Estados Unidos no tiene colonias; lo que tiene son territorios. 2. Puerto Rico es un territorio habitado por ciudadanos americanos. Es cierto que son ciudadanos con derechos limitados, pero hoy por hoy en Estados Unidos, ¿quién no tiene sus derechos limitados? Deal with it! 3. Si quieren cambiar las cosas con el voto, forget about it. Los asuntos importantes en las colonias —mejor dicho, los territorios— no se deciden con métodos tan peligrosos como el voto libre del pueblo. Cualquier cambio a la colonia tiene que darse como resultado de unas mayorías abrumadoras. Así que, cuando ustedes tengan una mayoría abrumadora a favor de algo, avísenme. 4. Damn! You guys can sure fix one mean midnight sandwich!

La consulta se había diseñado en dos partes. En la primera, se invitaba al pueblo a expresarse de manera positiva o negativa sobre la continuación del régimen colonial. Por primera vez en la historia de Puerto Rico, el pueblo hubiera expresado con el voto su rechazo a la colonia que ha imperado desde 1898, o por el contrario, de una manera inequívoca, hubiera expresado su consentimiento a la subordinación colonial.

Se hubiera tratado de una situación sin precedentes, con consecuencias impredecibles. Pero Wall Street y Washington pusieron el grito en el cielo, y allá corrieron todos los alcahuetes coloniales a enmendar el proyecto.

El eterno colonizado, Rafael Hernández Colón, con toda su patética arrogancia, aconsejó a Fortuño y al PNP que le hicieran caso a las presiones de Washington y Wall Street. Les ofreció su colaboración si capaban el proyecto, y lo convertían en otra mogolla inservible.

Fernando Martín, en un destello de lucidez política, le respondió a Cuchín con la posición del PIP de aquel momento: «El Partido Popular convirtió la palabra [colonia] en delito. Sería imperdonable que 60 años después, y fuera del poder, le vaya a imponer a la Legislatura la Ley de la Mordaza para suprimir la palabra colonia».
Alejandro García Padilla, intentó interponer sus escasos recursos intelectuales a los argumentos de Martín, insinuando en las vistas del Senado que el PIP le estaba cargando las maletas al PNP. El resto del independentismo —le señaló al líder pipiolo— no está dispuesto a permitir que el pueblo se exprese en favor a la anexión.

«Me sorprende que después que su partido ha sido un semillero de la estadidad», le ripostó Martín seguidamente, «se atreva a implicar que la culpa de que los estadistas sean muchos es de los independentistas».

De todas maneras, el liderato del PNP, después de grandes contorsiones, terminó aprobando un proyecto aceptable para Wall Street y Washington. Han creado un engendro confuso y disparatado que solamente los incompetentes guaynabitos de Fortaleza son capaces de elucubrar.

El mismo día de las elecciones cada elector tendrá tres papeletas para votar por cuál pandilla de farsantes quiere tener administrando la colonia por los próximos cuatro años. Además, tendrá una cuarta papeleta para expresar si quiere endosar las relaciones actuales entre Puerto Rico y Estados Unidos (ya no se le llamará colonia). Independientemente de lo que marque, en la misma papeleta se le pedirá que exprese cuál de las opciones de cambio prefiere: anexión, independencia, o un mítico ELA soberano (o libre asociación, que suena menos “territorial”). Trate usted, querido lector, de buscarle algún sentido a este arroz con disparates.

Wall Street y Washington estarán pendientes del desenlace de esta farsa. Gozan de lo lindo, es cierto, con el espectáculo indecoroso que le brindan sus lacayos coloniales tropezando unos con los otros, en el afán de cumplir con las instrucciones de sus amos imperiales.

Sin embargo, quedan asuntos pendientes. Ya los pipiolos, tan necesitados de argumentos que legitimen su existencia, se alinearon en respaldo al proyecto. Pero, ¿cómo se las ingeniarán los populares —el partido del status quo— para cumplir con las órdenesdel imperio? Y la pregunta más importante, la que el imperio todavía no se ha comenzado a plantear: ¿qué hará el pueblo de Puerto Rico ante tanta pocavergüenza?

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