…y el imperio se repliega
Después de 9 años de haber enviado sus legiones imperiales a Irak, y de haber causado decenas de miles de muertos en la población civil de ese país, Estados Unidos canta victoria y retira sus legionarios de vuelta a casa.
Deja por detrás una nación en pedazos, en manos de pandillas corruptas que negocian los recursos petroleros del pueblo con las corporaciones transnacionales que siempre respaldaron la acción bélica de Estados Unidos (y de Inglaterra, su socio en el crimen).
La mayoría de los legionarios sobrevivientes (murieron cerca de 4,500) regresa a un país que sufre los efectos de otra guerra —la guerra de clases que la clase capitalista ha infligido sobre los trabajadores. Muchos confrontan el desempleo, la pérdida de sus hogares, y el descalabro de las políticas de seguridad social que parecían haber protegido a sus padres y abuelos, y que ahora les son arrebatadas cínicamente por una oligarquía insaciable.
Los índices del triunfo de la oligarquía
El mentado 99% de la población de Estados Unidos, que el movimiento de Occupy Wall Street identificó como la masa oprimida del país, lo han pasado por la piedra. El 1% de la población que no recibe la parte sustancial de sus ingresos de salarios o pensiones, sino de ganancias sobre el capital, se apropia del 42% de todos los ingresos de Estados Unidos. Esa cifra define el resultado de la guerra de clases que la oligarquía ha infligido sobre todos los sectores que dependen de un salario.
Anteriormente, en épocas de contracción económica, la tajada del ingreso que se definía bajo el renglón de salarios tendía a crecer proporcionalmente sobre el ingreso generado por las inversiones de capital. En esta ocasión ha sido diferente. La victoria de la oligarquía financiera sobre el resto del mundo ha sido tan arrolladora que aun en tiempos de crisis como la que está atravesando el sistema mundial capitalista, su tajada de las riquezas y los ingresos sigue creciendo. Las ganancias corporativas han aumentado de un 25 a un 30% durante la crisis, a pesar de la inmensa capacidad industrial que permanece ociosa, y de los altos índices de desempleo.
No se trata de una conspiración de los malvados capitalistas, sino del resultado de las características inherentes a esta época del predominio del capital transnacional, en su forma financiera, sobre las economías nacionales. Al transformarse, el capital ha trascendido las fronteras nacionales y está creando un proletariado transnacional. Pone a competir, en un nuevo mercado laboral mundial, a los trabajadores de Estados Unidos (¡y los de Puerto Rico!) —en una carrera hacia el fondo del barril— con los trabajadores de México, India, Brasil, China… y de todo el planeta.
El espectro de Mao recorre a China…
La lucha de clases seguirá moviendo la historia hacia adelante. Los trabajadores del mundo mantienen la llama encendida.

Miles y miles de trabajadores agrícolas y pequeños agricultores, residentes de Wukong, un poblado en la provincia de Guangdong (una de las más industrializadas en China), asediaron los cuarteles de la policía y del gobierno en protesta por el asesinato de uno de sus líderes, cuando estaba en custodia de la policía. Xue Ginbo, de 43 años, era un dirigente proletario de un movimiento que combate la corrupción dentro del Partido Comunista y la alianza ilegal de algunos de sus funcionarios con especuladores y acaparadores de las mejores tierras en la provincia.
La protesta desafió la autoridad del cada vez más aburguesado Partido Comunista Chino (PCC), que confronta serios retos de los trabajadores industriales en Guangdong. Decenas de miles de empleados de fábricas automotrices se encuentran en la calle, expresando sus demandas económicas y sociales con notable militancia. El Gobierno tuvo que conceder amplias garantías para lograr un alto en las protestas, que amenazaban con extenderse a otras regiones del país. Ya lo dijo Mao: «¡Bombardead al cuartel general!»