El Socialpatriotismo: El caso del Partido Socialista Polaco
Todos hemos oído hablar del ala “socialimperialista” de la Segunda Internacional, cuyos máximos representantes eran los socialdemócratas alemanes (SPD) durante la Primera Guerra Mundial. Pero escasamente hemos reflexionado sobre el Partido Socialista Polaco (cuyas siglas, para mayor ironía, también eran “PSP”), ejemplo magistral del socialpatriotismo de las “naciones oprimidas” europeo-orientales. El grueso de la obra de Rosa Luxemburgo sobre la cuestión nacional va dirigida a demarcar posiciones con y desenmascarar al PSP[20]. Pero veamos la posición de Lenin en torno al PSP, específicamente el ala derecha del mismo que, a partir de la escisión de 1906, se denominó “Fracción Revolucionaria del PSP” o “Frak”.
En un escrito (previo a la escisión antes mencionada), casi exclusivamente dedicado a las desviaciones y tergiversaciones del PSP, Lenin primero establece una analogía entre los populistas rusos (Partido Socialista Revolucionario) y el PSP, en términos del sustrato burgués/pequeño burgués de la posición que ambos asumen frente al problema nacional:
«(…) Planteamos abiertamente lo que constituye el problema de fondo: ¿debe la socialdemocracia exigir siempre, incondicionalmente, la independencia nacional, o solamente en ciertas y determinadas condiciones, y en cuáles? El PSP ha contestado siempre a esta pregunta en el sentido del reconocimiento incondicional, razón por la cual no nos sorprende en lo más mínimo la ternura que muestran hacia los socialistas revolucionarios rusos, quienes preconizan el régimen estatal federativo manifestándose en pro del “pleno e incondicional reconocimiento del derecho a la autodeterminación nacional.
«(…) Al morder el anzuelo de esta frase y armar este alboroto, el PSP demuestra, a su vez, cuán endeble es, en su conciencia teórica y en su actividad política, la vinculación con la lucha de clases del proletariado. Es, en efecto a los intereses de esta lucha a los que nosotros debemos supeditar la exigencia de la autodeterminación nacional. Y aquí, cabalmente, en esta condición, reside la diferencia entre nuestro modo de plantear el problema nacional y el modo como lo plantean los demócratas burgueses. El demócrata burgués (al igual que el actual socialista oportunista que marcha pisando sobre sus huellas) se imagina que la democracia acaba con la lucha de clases, razón por la cual presenta todas sus reivindicaciones políticas de un modo abstracto, global, “incondicional”, desde el punto de vista de los intereses “de todo el pueblo”, e incluso desde el punto de vista de los principios eternos y absolutos de la moral. El socialdemócrata desenmascara implacablemente, siempre y en todas partes, esta ilusión burguesa, ya se exprese en la filosofía idealista abstracta o en el planteamiento de la incondicional exigencia de la autodeterminación nacional».[21]
Más adelante dice: «(…) Nuestro programa exige tan sólo que un verdadero partido socialista no corrompa la conciencia proletaria, no ofusque la lucha de clases, no permita que la clase obrera se deje seducir por frases democrático burguesas, no atente contra la unidad de la actual lucha política del proletariado. En esta condición precisamente, condición inexcusable para que nosotros reconozcamos la autodeterminación, estriba todo el asunto. En vano trata el PSP de presentar la cosa como si discrepara de los socialdemócratas alemanes o rusos porque estos niegan el derecho a la autodeterminación nacional, el derecho a los polacos a luchar por una república libre e independiente. No es esto, y lo que nos impide ver en el PSP a un verdadero partido obrero socialdemócrata es el hecho de que haga caso omiso del punto de vista de clase, de que lo ofusque con el chovinismo, de que atente contra la unidad de la lucha política tal como está planteada. He aquí, por ejemplo, cuál es el modo habitual de plantear este problema por parte el PSP: “…mediante la separación de Polonia, sólo podemos debilitar al zarismo, que los camaradas rusos son los llamados a derrocar”. O bien, “…al ser derrocada la autocracia, nosotros nos limitaríamos a determinar nuestros propios destinos, separándonos de Rusia”. Fijaos a que disparatadas conclusiones conduce esa disparatada lógica, incluso desde el punto de vista de la exigencia programática de la restauración de Polonia. Es así que, uno de los posibles resultados (aunque, bajo la dominación de la burguesía, no incondicionalmente seguro, ni mucho menos) de la evolución democrática será la restauración de Polonia, luego el proletariado polaco no debe luchar mano a mano con el proletariado ruso por el derrocamiento del zarismo, sino “solamente” debilitarlo mediante la separación de Polonia. (…) Lo que significa, pura y simplemente, sacrificar los más vitales intereses del proletariado a la concepción democrático burguesa de la independencia nacional. La desmembración de Rusia, a la que dice aspirar el PSP, a diferencia de nuestra meta, que es el derrocamiento de la autocracia, es y no dejará de ser una frase vacua mientras el desarrollo económico se encargue de articular más estrechamente las diversas partes de un todo político y entre tanto que la burguesía de todos los países siga uniéndose cada vez más en contra de su enemigo común, el proletariado, y a favor de su aliado común, el zar. Y, a cambio de ello, la dispersión de las fuerzas del proletariado, que actualmente sufre bajo el yugo de la autocracia, constituye una triste realidad, el resultado directo de los errores del PSP, el resultado directo de su actitud, al inclinarse ante las fórmulas democráticas burguesas. (…)».[22]
El autor concluye así su crítica al PSP en este escrito: «(…) Para poder cerrar los ojos a esta dispersión de fuerzas del proletariado, el PSP necesita descender hasta el chovinismo, presentar, por ejemplo, las ideas de los socialdemócratas rusos del siguiente modo: “nosotros (los polacos) debemos aguardar a la revolución social y, entre tanto, soportar pacientemente el yugo nacional”. Esto es mentira. Los socialdemócratas rusos, no sólo no han aconsejado jamás semejante cosa, sino que, por el contrario, ellos mismos luchan y llaman a todo el proletariado ruso a luchar en contra de toda la opresión nacional en Rusia y establecen en su programa, no sólo el principio de la plena igualdad de derechos de todas las lenguas, nacionalidades, etc., sino, además, el reconocimiento a cada nación del derecho a determinar su destino. Y si, al proclamar este derecho, supeditamos el apoyo prestado por nosotros a la reivindicación de la independencia nacional a los intereses de la lucha proletaria, solamente un chovinista puede interpretar esa posición como nacida de la desconfianza de los rusos hacia los que no lo son, ya que en realidad esta posición es una consecuencia obligada de la desconfianza del proletariado consciente hacia la burguesía. El PSP ve las cosas de tal modo, que el problema nacional se reduce a la contraposición entre “nosotros” (los polacos) y “ellos” (los alemanes, los rusos, etc.). En cambio, el socialdemócrata destaca en primer plano la contraposición entre ‘nosotros’, los proletarios, y ‘ellos’, la burguesía. “Nosotros”, los proletarios hemos visto decenas de veces como la burguesía traiciona los intereses de la libertad, la patria, la lengua y la nación cuando se alza ante ella el proletariado revolucionario. Hemos visto como la burguesía francesa, en el momento en que la nación francesa se hallaba bajo la opresión y la humillación más brutales [en 1871- K.A.S.] se entregó a los prusianos, como el gobierno de la defensa nacional se convirtió en el gobierno de la traición nacional, como la burguesía de la nación oprimida llamó en socorro suyo a los soldados de la nación opresora para que aplastaran a sus propios compatriotas proletarios que se habían atrevido a alargar las manos hacia el poder [durante la comuna de París-K.A.S.]. He aquí por qué, sin dejarnos confundir por las salidas chovinistas y oportunistas, diremos siempre a los obreros polacos: solamente la unión más completa y más estrecha con el proletariado ruso podrá dar satisfacción a las exigencias de la lucha ya en marcha contra la autocracia zarista, solamente esa alianza garantizará la total liberación política y económica».[23]
Posteriormente, (en 1916) Lenin vuelve a tronar contra el PSP-“frax”: «De aquí se infiere, entre otras cosas, cuan poco fundados y sencillamente, incluso, faltos de seriedad son los intentos que a veces hacen los “fraks” de “aprovechar” nuestras divergencias con Rosa Luxemburgo en contra de la socialdemocracia polaca. Los “fraks” no constituyen un partido proletario, socialista, sino un partido nacionalista pequeño burgués, una especie de socialrevolucionario [los populistas-K.A.S.] polacos. Nunca se ha hablado ni pudo hablarse de ninguna unidad de los socialdemócratas de Rusia con este partido. En cambio, ni un solo socialdemócrata de Rusia “se ha arrepentido” alguna vez de acercarse y unirse a los socialdemócratas polacos. A la socialdemocracia polaca le corresponde el gran mérito histórico de haber creado por primera vez en Polonia, un partido efectivamente marxista, efectivamente proletario, en una Polonia penetrada hasta la médula de aspiraciones y apasionamientos nacionalistas.(…)».[24] Cuando Lenin habla aquí de los “socialdemócratas polacos” se está refiriendo a la Social Democracia del Reino de Polonia y Lituania (SDKPiL) que en 1893 se funda como una escisión del PSP (que, a su vez, sólo tenía para aquel entonces un año de vida); el SDKPiL libró una ardua lucha ideológica contra el PSP dentro del seno del movimiento obrero polaco en ese país, en el exilio y en los foros internacionales correspondientes.[25] Sus diferencias con el partido bolchevique no vienen aquí al caso.
Sigue Lenin sobre el PSP-“frak”: «Cuando el PP (“Partido Socialista Polaco”, los “fraks” actuales) intentó en 1896 “perpetuar” el punto de vista de Marx de otra época, aquello significaba ya utilizar la letra del marxismo con el espíritu del marxismo. De aquí que tuvieran completa razón los socialdemócratas polacos cuando se declararon en contra de los entusiasmos nacionalistas de la pequeña burguesía polaca, cuando indicaron que la cuestión nacional tenía una importancia secundaria para los obreros polacos, cuando crearon por primera vez en Polonia un partido puramente proletario, cuando proclamaron el principio de la unión más estrecha entre el obrero polaco y el ruso en su lucha de clases, principio que tiene enorme importancia”.[26]
El intento de tergiversar el marxismo por parte del PSP en 1896, aquí, se refiere a una resolución que dicho partido impulsó en el Congreso de Londres, de la Internacional Socialista. La misma decía entre otras cosas lo siguiente: «Considerando que la sujeción de una nación por otra solo puede ayudar al interés de los capitalistas y los déspotas, pero siempre e igualmente es una desventura para el pueblo trabajador de las naciones afectadas, y que particularmente el zarismo ruso, que deriva suss fuerzas en el interior y su influencia en el exterior de la sujeción y el desmembramiento de Polonia, representa un peligro permanente para el progreso del proletariado internacional, el Congreso declara que: la independencia y la autonomía de Polonia son reivindicaciones políticas no menos necesarias para el movimiento obrero internacional en su conjunto que al proletariado de la misma Polonia».[27] La resolución final adoptada rezaba como sigue: «El Congreso declara que está a favor del derecho completo a la autodeterminación de todas las naciones y expresa sus simpatías a los obreros de todo país que sufra actualmente bajo el yugo de un absolutismo militar, nacional o de otro género; el Congreso exhorta a los obreros de todos los países a ingresar las filas de los obreros (Kassenbewsste: de los que tienen conciencia de los intereses de la clase [Nota de Lenin]) de todo el mundo, a fin de luchar conjuntamente con ellos para vencer el capitalismo internacional y realizar los objetivos de la socialdemocracia internacional».[28] No empece la ligera ambigüedad de la resolución finalmente adoptada —ejemplo de lo que son la conciliación y los acuerdos— se puede percibir una distinción entre colocar en un mismo plano la lucha del proletariado de ambas naciones/regiones a favor de “la independencia y la autonomía” y colocar en un mismo plano la lucha del proletariado en ambas naciones/regiones a favor del derecho a la autodeterminación como parte de la lucha global contra el capitalismo y por el socialismo. Esto nos lleva a la última tesis.
Cuarta Tesis
Según Lenin, una cosa es el respaldo al “derecho de las naciones a la autodeterminación”, y otra cosa muy distinta es el endoso incondicional y eterno a la conveniencia de que en cada país se establezca un Estado nacional independiente. Como parte del apoyo general —aunque secundario, crítico y condicionado— a las causas democráticas, la clase obrera en su conjunto debe promover la posibilidad de acabar con las condiciones de existencia de la opresión nacional/colonial. Uno de los mecanismos que podrían cristalizar esta posibilidad es que se instituyan unas nuevas condiciones que le permitan a la “nación oprimida” (y/o colonia) optar, ella sola, por la separación con respecto a la metrópolis. Como ya dijimos, ésta es una demanda política que mayormente le corresponde al proletariado de la “nación opresora” (y/o región avanzada). Pero también al proletariado de la “nación oprimida” (y/o colonia) le compete promover que se instituyan estas nuevas condiciones, nuevamente de la manera secundaria, crítica y condicionada antes descrita. Nótese, sin embargo, que se trata de promover, bajo circunstancias específicas, únicamente la posibilidad real y efectiva de que la “nación oprimida” (y/o colonia) pueda optar libremente por su independencia. Esto no excluye de ninguna manera que, una vez establecidas estas nuevas condiciones, el proletariado de la “nación oprimida” /y/o colonia) —y a la clase obrera internacional— le convenga más no promover la no-separación.[29]
Dice Lenin al respecto: «(…) ¿Acaso el reconocimiento del derecho a la autodeterminación nacional nos obliga a apoyar todas y cada una de las exigencias de autodeterminación que cualquier nacionalidad pueda presentar? No porque reconozcamos el derecho de todos los ciudadanos a asociarse libremente, estamos obligados nosotros, socialdemócratas a apoyar la creación de toda asociación nueva, cualquiera que ella sea, pues eso no nos impide, ni mucho menos, pronunciarnos y hacer labor de agitación en contra de la conveniencia y la sensatez de crear tal o cual nueva asociación. Reconocemos el derecho de todos, incluso de los jesuitas, a sostener una campaña de libre agitación, pero luchamos (no a la manera policiaca, naturalmente) en contra de una alianza de jesuitas y proletarios(…)».[30]
Y en otro escrito alusivo señala: «No es difícil comprender que el hecho de que los marxistas de toda Rusia y , en primer término, los rusos, reconozcan el derecho de las naciones a la separación, no descarta en lo más mínimo la agitación contra la separación por parte de los marxistas de esta o la otra nación oprimida, del mismo modo que el reconocer el derecho al divorcio no descarta la agitación contra el divorcio en este o el otro caso(…)».[31]
Lenin, siguiendo también aquí a Marx, postula dos maneras en que se puede instituir la disolución de la “opresión nacional”(y/o colonial). Una, que ya mencionamos, es la secesión. La otra es la decisión voluntaria, libre y democrática por parte de la “nación oprimida”( y/o colonia), favoreciendo su unión política con la antigua “nación opresora” (y/o región avanzada), siempre y cuando esté garantizada, en los hechos, su derecho a la separación opcional y unilateral.[32] Como cuestión de hecho, Lenin refleja una marcada preferencia por esta última vía, aunque reconoce que en algunos casos la materialización de la misma sólo será posible pasando primero por la independencia inicial.[33] En el caso de la creación de las condiciones para la secesión (inicial o no) Lenin prevee dos alternativas, ejemplificadas por la historia de su época. Una es que dentro de la “nación oprimida”(y/o colonia) se haga evidente un respaldo popular a la separación nacional por medio de una elección universal y unilateral, i.e., de la mayoría de la población en la “nación oprimida” (y/o colonia) solamente: es el caso de la secesión de Noruega con respecto a Suecia en 1905.[34] Otra es que dentro de una “nación oprimida” (y/o colonia) ese mismo respaldo masivo a la separación nacional se haga evidente por medio de una insurrección popular: es el caso de la Rebelión Irlandesa en 1916.[35]
No obstante, e insistimos, en ningún momento Lenin asume una equivalencia entre apoyar el derecho a la autodeterminación y apoyar la conveniencia sin condiciones de la independencia. En otras palabras, el proletariado de la “nación oprimida” (y/o colonia) no tiene —ni debe— asumir una posición a priori a favor de la independencia sino a la posibilidad real de que tal opción pueda ser llevada a cabo, en caso de que tal alternativa le convenga a los intereses de la clase obrera en determinada coyuntura.
«Contestar ‘sí o no’ en lo que se refiere a la separación de cada nación? Parece una reivindicación sumamente “práctica”. Pero, en realidad, es absurda, teóricamente metafísica, y en la práctica conduce a subordinar al proletariado a la política de la burguesía. (…) Teóricamente, no puede garantizarse de antemano que la separación de una nación determinada o bien su igualdad de derechos con otra nación pondrá término a la revolución democrático-burguesa. Al proletariado le importa, en ambos casos, garantizar el desarrollo de su clase; a la burguesía le importa dificultar este desarrollo, supeditando las tareas de dicho desarrollo a las tareas de “su nación”. Por eso, el proletariado se limita a la reivindicación negativa, por así decir, de reconocer el derecho a la autodeterminación, sin garantizar nada a ninguna nación ni comprometerse a dar nada a expensas de otra nación”.[36]
Lo que está detrás de esta importante distinción es, por un lado, el reconocimiento de crear el máximo de condiciones posibles para que la lucha de clases y la unidad entre el conjunto del proletariado —en ambas naciones/regiones— se desarrollen de la manera más favorable posible. Al crearse las condiciones para que la “nación oprimida” (y/o colonia) pueda optar libremente por la conveniencia o no de la separación nacional, se están reduciendo al mínimo las fricciones nacionales entre el proletariado de ambas naciones/regiones. Esto a su vez y lo que es más importante, facilita la lucha contra la clase dominante en el conjunto del Estado opresor/metropolitano. Sin embargo y por otro lado, una vez existan las condiciones para optar libremente por la independencia, le toca nuevamente al proletariado en ambas regiones, particularmente a la clase obrera en la “nación oprimida” (y /o colonia), analizar el concierto de factores que definen esa coyuntura particular. Solamente a partir de tal análisis, puede el proletariado decidir que es lo que es más conveniente para la lucha obrera en ambas naciones/regiones y a nivel internacional.
Cuando hablamos de este “concierto de factores” coyunturales, nos referimos a las etapas en que se encuentra la lucha obrera en ambas naciones/regiones y en el mundo entero; a las contradicciones existentes entre el conjunto de la burguesía en ambas naciones/regiones y a nivel internacional; a las posibilidades y realidades del resto de las masas populares; a la correlación de fuerzas a todos estos niveles y en los diversos planos de la lucha de clases (económica, política, ideológica, por un lado, y cívica y militar, por otro); etc., etc. Solamente a partir de tal examen profundo y critico —cosa que presupone que se está en condición de llevar a cabo tal reflexión— es que la clase obrera en ambas naciones/regiones, y particularmente el proletariado en “la nación oprimida” (y/o colonia), puede optar por oponerse a respaldar a la independencia de la “nación oprimida” (y o colonia) en cuestión.
A manera de un aparte, también es necesario tener presente que cuando Lenin habla aquí de apoyar —bajo ciertas condiciones— una tarea democrática, como la constitución de una república, este apoyo debe materializarse desde el punto de vista del los intereses del proletariado. Si tomamos el ejemplo de sus escritos en torno a la coyuntura de 1903-1905 (cuando en Rusia también estaba sobre el tapete la constitución de una república democrática), podemos ver que esto no se debe interpretar como el apoyo pasivo y seguidista a las direcciones burguesas y pequeñoburguesas. Todo lo contrario, Lenin impulsa que, en la medida de lo posible, la clase obrera debe “imprimirle un sello proletario” a esas tareas democrático-burguesas.[37] Refiriéndose al resultado que puede tener la constitución de la república, en tanto revolución democrática, dice Lenin: «El desenlace de la revolución (democrática) depende del papel que desempeñe en ella la clase obrera: de que se limite a ser un auxiliar de la burguesía, aunque sea un auxiliar poderoso, por la intensidad de su empuje contra la autocracia, pero políticamente impotente o de que asuma el papel de dirigente de la revolución popular. (…)»[38]
La constitución de un Estado independiente también es una tarea democrática, como ya hemos dicho. En este sentido, la participación positiva de la clase obrera en tal esfuerzo —de considerarse necesario y conveniente— debe ser análoga a la participación que proponía Lenin para el proletariado ruso en 1902-1905: la de asegurarse que el desenlace de dicho proceso sea lo más favorable posible para sus intereses clasistas, i.e., en el mejor de los casos, asumiendo la dirección de dicho proceso o, en el peor de los casos, asegurando su integridad e independencia como clase.
Conclusión
Resumiremos lo antes dicho llevando a cabo algunas aproximaciones en torno al caso de Puerto Rico:
A nuestro juicio, la clase obrera en nuestro país —y los elementos afines a ella— tiene ante sí, como tarea primordial, su organización y desarrollo en términos económicos, políticos e ideológicos. Como parte de lo anterior tiene ante sí la tarea clave de establecer los lazos unitarios más estrechos posibles, incluyendo los organizativos, con el resto del proletariado bajo el mismo Estado metropolitano, vale decir la clase obrera en Estados Unidos.
Únicamente a partir del desenvolvimiento de este proceso de organización y desarrollo clasista es que la clase obrera en ambas regiones, particularmente la ubicada en Puerto Rico, podrá estimar conveniente bien el respaldo crítico y condicionado (aún dentro del esfuerzo por imprimirle un “sello proletario”), o bien la oposición a los diversos proyectos independentistas existentes y previsibles.
Esto no debe ser óbice, empero, para que se respalde desde ahora, (nuevamente: de manera secundaria, crítica y condicionada) la eliminación de todas las manifestaciones del atraso colonial —vale decir, aquellos aparatos estructurales que reproducen las condiciones de existencia de una fuerza de trabajo barata, descalificada, ignorante, enferma, sumisa, prejuiciada, machista, etc. etc.
Esto va desde reformas salariales, educativas, higiénicas, familiares, ambientales, anti-militaristas, anti-represivas, etc., hasta el establecimiento de las condiciones institucionales para que las masas populares en la colonia puedan optar libremente —vía el sufragio universal (referéndum) y/o vía insurrección— por su separación con respecto a Estados Unidos. Claro está, todo esto tiene que estar supeditado a la lucha, organización y desarrollo del proletariado, particularmente aquí, pero también en los mismos Estados Unidos y a nivel internacional.
Nótese que esto sólo significa eventualmente la promoción de una alianza policlasista y democrática para adelantar, en la medida de lo posible, la lucha de clases, la eliminación del atraso colonial y la unidad del conjunto de la clase obrera. Se trataría de una alianza —condicionada y crítica, pero bajo una hegemonía proletaria— con los sectores democráticos y/o independentistas (de orientación pequeño-burguesa y/o burguesa, por definición).
Esto no es lo mismo ni se escribe igual, que la conversión de la clase obrera al independentismo. ¿Por qué? Porque el independentismo es consustancial al nacionalismo, e insistimos con Lenin: la clase obrera tiene que combatir el nacionalismo, como tal, aún cuando se alíe con dicha corriente coyuntural y tácticamente bajo determinadas condiciones. A esto último, justamente, es que se refiere lo crítico del “apoyo negativo” brindado… cuando se le brinda. De modo que —y sólo bajo determinadas condiciones—: “juntos, pero no revueltos”.
Esta es la disyuntiva de los simpatizantes del marxismo en nuestro país. Todavía cargamos con los pesados fardos del nacionalismo/independentismo. Todavía no hemos llevado a cabo la ruptura necesaria con dicha corriente porque, en un 99.9 por ciento, todavía somos socialistas e independentistas. Los estragos de esta mezcolanza se ven aún en los sectores avanzados de nuestro movimiento, i.e., los que nos planteamos genuinamente la construcción del Partido Proletario. Nuestro trabajo teórico y práctico con la clase obrera, solo podrá avanzar si dejamos atrás esta herencia mistificadora. Nuevamente Lenin nos ha señalado el camino.
Notas:
[20] Ver: La Cuestión nacional y la autonomía, Cuadernos de Pasado y Presente, núm. 81, México, 1979, passim. y los ensayos de Lelio Basso y Peter Netl en esa edición; M.J. Aubet, Rosa Luxemburgo y la cuestión nacional, Editorial Anagtama, Barcelona, 1977.
[21] “El problema nacional en nuestro programa”, cit., pp. 131-132, énfasis de Lenin.
[22] Ibid., pp. 137-138, énfasis de Lenin.
[23] Ibid., pp. 138-140, énfasis de Lenin.
[24] “Sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación”, cit., p. 647.
[25] Ver: P. Netl, Rosa Luxemburgo, Ediciones Era, México 1974, pp. 35-37, 64-65, 66-101.
[26] “Sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación”, cit., p. 651
[27] Citado como nota al calce en R. Luxemburgo, op. Cit., p. 29, énfasis nuestro.
[28] Citado en Lenin, op. Cit., p. 648, énfasis nuestro.
[29] “National Programo of the RSDLP”, cit., pp. 9,10
[30] “El problema nacional en nuestro programa”, cit., p. 130, énfasis de Lenin; Ver también, Ibid, p. 129
[31] “Sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación”, cit., nota al calce en p. 677, énfasis de Lenin; Ver también, Ibid., nota al calce en p. 663
[32] Ver “Balance de una discusión sobre el derecho…”, cit., p. 446.
[33] Ver “Sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación” cit., pp. 6410642; “Critical Remarks…”cit., pp. 22-38; “La revolución socialista y el derecho de las naciones…” cit., p. 248; “The National Programme of the RSDLP”, cit., p. 11; “El problema nacional en nuestro programa”, cit., p. 129; “El proletariado revolucionario y el derecho…”. cit., pp. 45-46
[34] Ver; “The National Programme of the RSDLP”, cit., pp/ 8-9 “Sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación”, pp. 643-647.
[35] “Balance de una discusión sobre el derecho…”, cit. pp.474-476.
[36] “Sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación”, cit., p. 630.
[37] “Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática”, en Obras Escogidas-Tomo 1, cit., pp. 480-515.
[38] Ibid., p. 481.
Creo que desde la perpectiva teórica estas tesis representan una gran aportación al marxismo no solo por su vigencia, sino por su claridad teórica.
Este escrito además resulta una muestra de que a nivel estratégico y táctico nuestro Partido se ha mantenido fiel a los principios del leninismo:
1.denunciando el oportunismo político dentro de nuestro movimiento, como fuera de él.
2. reconociendo el problema colonial, pero manteniendo nuestra independencia política frente a otros sectores que luchan contra el colonialismo, como la pequeña burguesía patriótica.
3. Luchando por la organización y la unidad del movimiento obrero.
Sin embargo, este escrito no hace propuestas concretas sobre cómo la clase obrera debe enfrentar este problema más allá de establecer lazos solidarios con la clase obrera metropolitana y de que el proletariado debe dirigir su accionar político de acuerdo a sus intereses de clase sobre cualquier consideración de separación de la metrópoli.
Realmente existen dos respuestas a la cuestión nacional: una sencilla y directa, que se refiere al fundamento nacionalista de que la independencia no se debate. Esta respuesta se fundamenta en la convicción de que el derecho a la independencia es uno de carácter previo y fundamental. La otra es más compleja, y siempre ha requerido debate, usualmente intenso, que revuelve alrededor de planteamientos históricos del desarrollo de la clase trabajadora dentro del sistema capitalista. Esta respuesta se basa en el entendimiento del derecho a la independencia como uno de carácter histórico, fundamentado, más que en unos “principios inamovibles”, en las condiciones reales y materiales de los intereses de las clases trabajadoras, de la colonia y de la metrópoli, y de todo el sistema capitalista. El más ardiente de estos planteamientos tiene que ver con la continuidad —que puede incluso ser una intensificación— de la explotación de la clase trabajadora bajo el nuevo régimen “independiente”, y una represión más agresiva de sus luchas. El caso de Irlanda se presenta como un ejemplo de una larga y sangrienta lucha nacionalista en contra del yugo británico que no logró ensartar efectivamente la victoria independentista con la meta de un régimen socialista. El resultado es la catastrófica crisis del llamado “Tigre celta” que se está materializando según sostenemos este debate, y que la están pagando amargamente los trabajadores irlandeses. Otro punto es más básico, y uno que deberá suscitar un reto airado de quienes sostienen una visión independentista nacionalista: desde el punto de vista de la revolución socialista, la lucha por la independencia de Puerto Rico tiene que ser analizada en términos de la revolución socialista mundial. Siempre que el avance de una lucha independentista puertorriqueña coincida con el debilitamiento y la derrota del agarre estrangulador que tiene Wall Street sobre las clases trabajadoras en todo el mundo, se tratará de una lucha progresista. Esto será así siempre y cuando se establezcan vínculos indisolubles entre la lucha por la liberación nacional y el socialismo. La consigna de “primero seamos dueños de la casa y después decidimos de qué color pintarla” no responde a la desconfianza histórica que los trabajadores hemos acumulado sobre las intenciones de los proyectos nacionales encabezados por las burguesías. No se trata del color de la casa; se trata de quién la va a vivir, y quiénes serán llamados a entrar solamente para limpiarla y cocinarle a quienes la habiten. En este sentido también, la lucha por la liberación nacional de Puerto Rico debe insertarse como un gatillo detonador de la lucha de clases revolucionaria dentro de Estados Unidos; deberá encender a las ansias de justicia social de los trabajadores dominicanos; deberá desestabilizar el la bota militar opresiva que pesa sobre el pueblo hermano de Haití; deberá fortalecer a los trabajadores revolucionarios en Cuba. Los trabajadores revolucionarios de Puerto Rico no podemos entender la lucha por la liberación nacional fuera de este contexto internacionalista. Éste es el reto concreto que tenemos los revolucionarios socialistas en Puerto Rico en relación a los proyectos nacionales burgueses y al patriotismo pequeñoburgués —cómo concertar un frente de liberación nacional en el que el socialismo proletario sea una meta clara y fundamental.
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