Posada Carriles un terrorista protegido

Miami, 18 de Marzo del 2011

La prensa estadounidense, tan dada a servir de caja de resonancia a las políticas de Washington cuando ésta dirige sus cañones contra Cuba, ha callado alrededor del juicio de Posada Carriles en el Paso, Texas.

No recuerdo haber visto noticia alguna en los últimos días ni en semanas anteriores, que se refieran a ese proceso judicial.

Posada Carriles, alias el Bambi, un connotado terrorista que dedicó su vida a matar, aterrorizar y hacerle miserable la existencia a quienes suponen ser sus compatriotas cubanos, enfrenta en ese estado tejano, un juicio por mentir a las autoridades estadounidenses de inmigración.

El oscuro personaje ingresó a territorio estadounidense clandestinamente, al parecer en una embarcación, donde compinches de sus luctuosas labores, lo llevaron a Estados Unidos, entrando por La Florida. Posada declaró que había entrado ilegalmente por El Paso, Texas.

El juicio en cuestión acusa a Posada Carriles de mentiroso pero no toma en cuenta las actividades que costaron la vida del joven italiano Fabio Di Celmo el 4 de Setiembre de 1997. Di Celmo murió a causa de una bomba colocada por un ciudadano guatemalteco en el lobby del hotel Copacabana. Según declaraciones del guatemalteco, luego de su detención en Cuba, el señor Posada Carriles le pagaba la suma de tres o cuatro mil dólares por cada bomba que colocara en centros turísticos.

El juicio tampoco considera a Posada, prófugo de la justicia venezolana, habiendo escapado de una prisión de ese país mientras aguardaba juicio por el derribo de un avión civil cubano en el año 1976, donde murieron los 73 civiles a bordo de la nave.

En fin, el juicio no considera a Posada por sus terribles delitos de lesa humanidad, sino por haber mentido a cerca del lugar por donde ingresó ilegalmente a tierras estadounidenses.

Es conocido de muchos que Posada trabajó para la CIA durante años, iniciando sus actividades en la “compañía” cuando Estados Unidos instrumentó  su política para desestabilizar al Estado cubano, procedimiento que insertó a sus planes de dominación de los países suramericanos. Este objetivo lo relacionaron con una supuesta lucha con el fin de contener lo que eufemísticamente llamaban la “lucha internacional contra el comunismo”. Esto ocurrió durante la llamada “Guerra Fría”.

Washington tiene una gran imaginación para distorsionar los procesos internacionales, las aberraciones particulares de grupos y personas, dimensionándolas y utilizándolas en función de sus falsas necesidades por controlar las administraciones particulares de otros países.

Durante los años cincuenta y el fin de los ochenta, esa política poseía una aparente justificación por la existencia de la URSS, las luchas de liberación nacional de los pueblos de África y los movimientos sociales latinoamericanos en contra de las dictaduras y gobiernos autoritarios y oligárquicos disfrazados de demócratas. Aunque las condiciones objetivas de cada uno de esos procesos, constituían individualmente su fundamento, lo mezclaron todo en una misma cazuela y le pusieron la etiqueta de “lucha contra el comunismo”. A partir de esta guerra virtual, rotularon sus acciones agresivas como “Guerra Fría”.

En esta época han inventado la “Guerra contra el Terrorismo”. No obstante un par de críticas a ese nombre por parte de la Administración de Obama, esencialmente las invasiones y agresividad de Estados Unidos se ampara en esa otra “guerra”.

En aquella “Guerra Fría” la inteligencia estadounidense, ahora llamada “Seguridad de la Patria” (Homeland Security), moldeó a este terrorista llamado Posada. Seguramente para su terminación, utilizaron como materia prima las excrecencias acumuladas en sus túneles siniestros, donde la traición, el asesinato y el horror son fabricados en serie.
De ese juicio la prensa nacional nada habla y cuando lo ha hecho, si alguna vez lo ha hecho, ha sido a mínima escala y con palabras mudas.

Obviamente, Estados Unidos tiene un doble rasero en esto de Posada como lo tiene en relación a la política agresiva inhumana contra Cuba, justificada según ellos por carecer de democracia, mientras se dan besos con los Chinos, Arabia Saudita, Barhain y muchísimos más, que constituyen dechados de violación de derechos elementales y aun de la vida de sus súbditos.

Amparar terroristas confesos no es buena política para sus relaciones con terceros. Especialmente con países en vías de desarrollo y pobres a quienes se les exige no albergar estos elementos y negarles todo tipo de ayuda.

También es un doble rasero amparar a un terrorista como Posada, mientras de otros exigen no solamente que no lo hagan, sino que pretenden decidir quiénes caen en esa categoría y quienes están exentos. Esta política impositiva, pero también tramposa, permite controlar a luchadores sociales que no han tenido otro camino que la insurrección, frente a la falta de canales políticos efectivos, en sus afanes de participar en la búsqueda de soluciones a los problemas socio económicos de sus pueblos.

En los últimos acontecimientos del juicio, sabemos que fue permitida la declaración de la periodista Louise Bardach, quien había entrevistado a Posada a raíz de las bombas en La Habana, que terminaron matando al joven Di Celmo.

El interrogatorio por primera vez ha roto el ritmo bochornoso de dicho juicio, donde todo parecía una conjura para que este monstruoso señor fuese exonerado de mentir y al mismo tiempo quedase oculta su cara diabólica.

La declaración de Bardach le ha permitido al jurado conocer de la participación de Posada en los horrendos atentados terroristas que, bajo su dirección, ocurrieron en La Habana en el año 1997.

No es mucho, pero podríamos decir que del lobo, al menos hemos obtenido un pelo.

Hace falta que la prensa estadounidense, le muestre a la ciudadanía laboriosa y buena de Estados Unidos, las caras oscuras de su gobierno y otra de las tantas conjuras elaboradas por su Estado, que hicieron posible que un terrorista como Posada haya cometido crímenes horrendos.

Mientras Posada, Orlando Bosch y otros permanezcan en libertad, caminando por las calles de Miami, no cabrán dudas que el Estado de Estados Unidos protege terroristas, al tiempo que hipócritamente, clama haberles declarado una guerra sin cuartel.

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