Este escrito de Federico Engels es pertinente a nuestro análisis sobre la cuestión nacional por varias razones.
La más sobresaliente es el enfoque objetivo que hace sobre los diferentes movimientos insurreccionales. Evalúa con alguna simpatía mixta a los movimientos espontáneos de resistencia del campesinado y de las masas proletarias urbanas. Escribe: «Esta forma de resistencia no se puede aplastar, la violencia no vale contra ella, no desaparecerá más que con sus causas. Pero, por su naturaleza, es local, fraccionada, y jamás se podrá convertir en una forma general de lucha política». En una sociedad como la nuestra, ¿puede decirse esa resistencia popular se reviste de las acciones ilegales y armadas de ciertos sectores marginados de nuestra sociedad? ¿Es ésa una forma, todavía carente de una visión de clase, de bandidaje, de lucha popular en contra del régimen?
Trata con menos simpatías, sin embargo, con la evolución de los fenianos, que Engels describe como un grupo que se iba «deslizando más y más a una especie de bakuninismo». Engels juzga que el efecto neto de este deslizamiento hacia el bakuninismo no es otro que el de anular el efecto de presión política que una lucha armada —no terrorista ni aventurera— del fenianismo pudiera haber ejercido dentro del marco de un movimiento revolucionario que persiguiera victorias políticas legales, ya que, según su apreciación, «a los irlandeses no les queda más que la vía constitucional para ir conquistando una posición tras otra».
Esta conclusión se desprende de su análisis objetivo de la correlación de fuerzas entre los revolucionarios irlandeses y el imperio británico.
La discusión sobre la capacidad de un movimiento de liberación nacional de operar coordinadamente en el nivel legal, siempre que se avancen las estrategias políticas, y el ilegal, cuando la represión intente sofocar al movimiento revolucionario, tiene que darse en los foros adecuados.
No deja de sorprender el comentario de Engels sobre lo posible que parecía ser, en el caso de un conflicto bélico entre Inglaterra y Estados Unidos, que este último hubiera podido anexarse a Irlanda, o convertirla en un protectorado suyo. Habría que suponer que Inglaterra se hubiera resistido con todas sus fuerzas —incluyendo la invasión a Estados Unidos desde Canadá— pero la intuición de Engels pone sobre el tapete que, dadas las condiciones, la anexión territorial siempre puede ser una opción en el ajedrez estratégico de Estados Unidos. No hay que elaborar mucho este punto, excepto notar de paso que la posibilidad de la anexión formal de Puerto Rico por Estados Unidos no debe descartarse de plano, como lo hacen muchos soberanistas.
El punto que trae sobre la corrupción de los políticos en medio de las luchas desesperadas del pueblo, los campesinos y el proletariado urbano, parece haber sido escrito hoy en Puerto Rico.
A propósito de la cuestión irlandesa
Por Federico Engels
Der Sozialclemokrat, num. 29, del 15 de julio de 1882
El movimiento irlandés presenta dos corrientes. La primera, la más antigua, es la corriente agraria; en su origen fue un bandidaje organizado, con el apoyo de los campesinos, por los jefes de los clanes que los ingleses desposeyeron y los grandes propietarios católicos (en el siglo XVII estos bandidos se llamaban tories, de los que tomaron su nombre, directamente, los tories actuales); pero este movimiento se fue transformando gradualmente en resistencia espontánea de los campesinos, por localidades y provincias, a la penetración de los terratenientes ingleses. Los nombres de Ribbonmen (hombres con faja), White boys (mozos blancos), Captain Rock (capitán Roca), Captain Moonlight (capitán Claro de Luna), etc. [Vea Nota 1 al final de este artículo.], han cambiado pero la forma de resistencia —fusilamientos no sólo de los odiosos terratenientes y sus agentes (cobradores), sino también de los campesinos que tomaran en arrendamiento una tierra de la que hubiera sido desahuciado otro, boicots, cartas de amenaza, ataques nocturnos con amenazas, etc. —es tan vieja como la moderna propiedad inglesa de la tierra en Irlanda, y data, lo más tarde, de fines del siglo XVII. Esta forma de resistencia no se puede aplastar, la violencia no vale contra ella, no desaparecerá más que con sus causas. Pero, por su naturaleza, es local, fraccionada, y jamás se podrá convertir en una forma general de lucha política.
Poco después de la Unión (1800) [Vea Nota 2.] empezó la oposición liberal nacional de la burguesía urbana, que, como en todo país agrario con pueblos en decadencia (Dinamarca, por ejemplo), encontró a sus jefes innatos en los abogados. Éstos, a su vez, necesitan de los campesinos; hubieron también de inventar consignas que aprobasen los campesinos. Así, O’Connell encontró una consigna de esas primero en la emancipación católica, y luego en la revocación de la Unión. Las infamias de los propietarios de la tierra han obligado últimamente a esta orientación a cambiar de rumbo. Mientras que en el dominio social la Liga Agraria [Vea Nota 3] persigue objetivos más revolucionarios (y accesibles en el caso presente), la eliminación total de los terratenientes invasores, políticamente se muestra bastante moderada y no reclama más que el home rule, es decir, un Parlamento local irlandés que funcione al lado del Parlamento de la Gran Bretaña y subordinado a él, cosa también perfectamente accesible por la vía constitucional. Los propietarios de tierras asustados claman ya (los propios tories lo proponen) que se rescaten lo antes posible las tierras de los campesinos para salvar lo que aún se puede salvar. Por otra parte, Gladstone declara que es completamente admisible conceder más autonomía a Irlanda.
Entre estas dos corrientes se afirma, después de la Guerra de Secesión americana, el fenianismo. Los centenares de miles de soldados y oficiales irlandeses que participaron en esta guerra, lo hicieron con la segunda intención de preparar un ejército para liberar a Irlanda. Los litigios anglo-norteamericanos que siguieron a la Guerra de Secesión fueron el principal móvil de los fenianos. Si hubiera estallado la guerra entre los dos países, Irlanda se hubiera hecho en unos meses miembro de los Estados Unidos o, por lo menos, una república bajo su protectorado. La suma que Inglaterra se comprometió a pagar, y pagó de buen grado, por el asunto del Alabama [Vea la Nota 4], en virtud del fallo del tribunal de arbitraje de Ginebra, fue el precio de la no intervención de los norteamericanos en Irlanda.
Desde entonces, el mayor peligro estaba descartado. La policía bastaba para ajustar las cuentas a los fenianos. La traición, inevitable en toda conjuración, hizo también lo suyo, pero partió únicamente de los jefes, que se convirtieron luego en verdaderos espías y falsos testigos. Los jefes que se fueron a América se dedicaron allí a la revolución de los emigrados y se arruinaron en su mayor parte, como O’Donovan Rossa. A los que han observado la emigración europea de 1849 a 1852, todo eso les parecerá familiar, aunque evidentemente exagerado a la americana.
Es cierto que numerosos fenianos han vuelto ya hoy y han restablecido su vieja organización armada. Constituyen un elemento importante del movimiento e impulsan a los liberales a actuar con más energía. Mas no consiguen otra cosa que asustar a John Bull. [Se trata de una figura emblemática para Inglaterra, como el Tío Sam para Estados Unidos.] En la periferia de su imperio, este último, es verdad, se ha debilitado sensiblemente; pero aquí, junto a su propia casa, aún está en condiciones de aplastar sin dificultad cualquier insurrección irlandesa. Primero, en Irlanda están acantonados 14,000 constabulary, o gendarmes armados con fusiles y bayonetas e instruidos en el arte militar. Luego, hay unos 30,000 hombres de tropas de línea, que pueden recibir fácilmente un refuerzo de tropas de línea y milicia inglesa en el mismo número. Eso, sin contar la flota. Y en la represión de las insurrecciones John Bull es de una brutalidad sin igual. A menos que una guerra o un peligro de guerra vengan del exterior, la insurrección irlandesa no tiene la menor oportunidad de éxito; y no hay sino dos potencias capaces de hacerse peligrosas aquí: Francia y, mas aun, los Estados Unidos. Francia está fuera de cuestión. Y en Norteamérica, los partidos coquetean con los electores irlandeses, prometiéndoles mucho y no haciendo nada. No les pasa siquiera por la imaginación meterse en una guerra en aras de Irlanda. Están incluso interesados en que haya en este país condiciones que originen una emigración intensa de irlandeses a Norteamérica. Y se comprende que un país que será en veinte años el más poblado, el más rico y el más poderoso del mundo, no tenga un deseo particular de meterse en aventuras que puedan comprometer su gigantesca evolución interior. Cuando pasen veinte anos hablará en un lenguaje totalmente distinto.
Pero, en caso de peligro de guerra con Norteamérica, Inglaterra concederá de buen grado a los irlandeses todo lo que pidan… todo, excepto la independencia completa, que, en razón de su situación geográfica, será de lo más indeseable.
Por eso, a los irlandeses no les queda más que la vía constitucional para ir conquistando una posición tras otra, y para ello el fondo misterioso de la conspiración armada de los fenianos aún puede ofrecer un elemento muy eficaz. Pero los fenianos se van deslizando más y más a una especie de bakuninismo [Vea la Nota 5.]; los asesinatos de Burke y Cavendish [Vea la Nota 6.] no podían tener mas que un fin: hacer imposible un compromiso entre la Liga Agraria y Gladstone. Este compromiso hubiera sido para Irlanda la mejor solución en las circunstancias actuales. Los terratenientes desahucian por decenas de miles a los arrendatarios endeudados, y lo hacen a menudo con la fuerza armada. La primera demanda del momento es detener esta despoblación sistemática de Irlanda (los desahuciados mueren de hambre o se ven obligados a emigrar a América). Gladstone está dispuesto a presentar al Parlamento un proyecto de ley, según el cual los atrasos se pagarán de la manera como se redimieron en 1848, en Austria, los tributos feudales: la tercera parte, por los campesinos; la tercera parte, por el Estado, y la otra tercera parte la perdían los terratenientes. Eso es lo que propone la Liga Agraria. A esta luz, la “acción heroica” del Phoenix-Park parece, si no una pura tontería, al menos una propagande par le fait (propaganda por la acción) netamente bakuninista, fanfarrona e inútil. Si no ha tenido las mismas consecuencias que las tonterías análogas de Hoedel y Nobiling, ha sido porque Irlanda, a pesar de todo, aún no está del todo en Prusia. Pues bien, dejemos a los bakuninistas y los revolucionarios vocingleros que pongan esas chiquilladas a la misma altura que la ejecución de Alejandro [Vea la Nota 7.]. y amenacen con una “revolucion irlandesa” que no acaba de llegar.
Una observación mas a propósito de Irlanda: no elogiéis nunca sin reservas a cualquier “político” irlandés ni os declaréis jamás solidarios con él antes de su muerte. La credulidad celta y la explotación habitual de los campesinos (pues sólo a costa de ella viven en Irlanda las clases “instruidas”, sobre todo los abogados) hacen a los políticos profesionales irlandeses muy propensos a la corrupción. O’Connell hacía que los campesinos le pagasen por su agitación hasta 30,000 libras esterlinas (600,000 marcos). Cuando se estableció la Unión que Inglaterra, como se sabe, compró, gastando un millón de libras esterlinas en sobornos, se hizo a un sobornado el reproche: «Usted ha vendido su patria», a lo que él respondió, riendo: «Sí, y estuve contentísimo de tener una patria que vender».
Notas
[1] Ribbonmen (de la palabra ribbon, faja); participantes del movimiento de los campesinos irlandeses, agrupados en sociedades secretas (los miembros de estas sociedades llevaban como emblema una faja verde), que se desplegó a fines del siglo XVIII en el Norte de Irlanda. El movimiento de los ribbonmen fue una forma de resistencia popular a la arbitrariedad de los terratenientes ingleses y al desahucio de los arrendatarios. Los ribbonmen asaltaban las haciendas de los terratenientes, organizaban atentados contra ellos y sus administradores mas odiosos. No obstante, la actividad que desplegaban tenía un carácter puramente local, ellos no estaban vinculados entre sí y carecían de un programa común de acción. White boys (mozos blancos): recibieron esta denominación los participantes del movimiento campesino en Irlanda, movimiento que en los años 60 del siglo XVIII se transformó en una vasta sublevación contra la opresión de los terratenientes ingleses (para que no los conocieran, los miembros de la organización, que actuaban corrientemente de noche, se tiznaban la cara de negro y se ponían blusas blancas). Con el tiempo, el movimiento de los mozos blancos se convirtió en una lucha sistemática contra la arbitrariedad de los terratenientes, que expulsaban violentamente a los arrendatarios de la tierra, contra los recaudadores del diezmo, etc. Sin embargo, la actividad de los mozos blancos no salía de los marcos de acciones de sociedades secretas locales poco ligadas entre ellas. En el siglo XIX las sociedades de los mozos blancos se fundieron en muchos casos con las organizaciones de los ribbonmen, mientras que otra parte de las organizaciones siguió actuando con la denominación de antes hasta eI fin del siglo XIX. Captain Rock (Capitán Roca); denominación común de los miembros de diversas sociedades campesinas secretas que aparecieron y actuaron en Irlanda desde la segunda mitad del siglo XVIII y durante la primera mitad del siglo XIX contra los opresores ingleses. Captain Moonlight (Capitán Claro de Luna); seudónimo con que se firmaban comúnmente las advertencias a los terratenientes y otras personas, advertencias que procedían de la sociedad secreta de los ribbonmen.
[2] Se alude a la Unión anglo-irlandesa, que entró en vigor desde el 1 de enero de 1801. La Unión (alianza), impuesta a Irlanda por el Gobierno inglés, luego de haber aplastado la sublevación irlandesa de 1798, destruyó los últimos restos de autonomía de Irlanda y suprimió el Parlamento irlandés. La reivindicación de revocar la Unión (Repeal of Union) fue la consigna mas popular en Irlanda a partir de los anos 20 deI siglo XIX. Pero los liberales burgueses que encabezaban el movimiento nacional (O’Connell y otros) consideraron la agitación por romper la Unión sólo como medio para arrancar al Gobierno inglés pequeñas concesiones en favor de la burguesía irlandesa. En 1835 O’Connell hizo una transacción con los whigs ingleses y cesó totalmente esa agitación. Mas, presionados por el movimiento de las masas, los liberales irlandeses se vieron obligados a fundar en 1840 la Asociación de los repealistas [de repeal, revocar], que procuraron orientar por la senda del compromiso con las clases gobernantes inglesas.
[3] Liga Agraria (el nombre completo es: Liga Nacional Agraria Irlandesa): organización de masas fundada en 1879 por el demócrata pequeñoburgués Miguel Davitt. La Liga Agraria, que agrupaba a muchos campesinos y población urbana pobre de Irlanda y contaba con el apoyo de los elementos progresistas de la burguesía irlandesa, reflejaba en sus reivindicaciones agrarias la protesta espontánea de las masas populares irlandesas contra la opresión de los terratenientes y el yugo nacional. Sin embargo, entre sus miembros no había unidad completa de opiniones. Los dirigentes de esta Liga admitían métodos de lucha como el boicot a los terratenientes y representantes de la administración colonial, la agitación de masas contra el pago de las rentas, etc., y, al mismo tiempo, condenaban otras acciones mas enérgicas de los campesinos pobres (los asaltos a las haciendas y el castigo de los explotadores terratenientes). Los líderes de la Liga Agraria reivindicaban la nacionalización de la tierra y, al mismo tiempo, estaban dispuestos a conformarse con que los campesinos la rescatasen a los terratenientes. Su posición vacilante e inconsecuente fue aprovechada por los nacionalistas burgueses (Parnell y otros), que aspiraban a reducir la actividad de esta Liga a la lucha por el home-rule, o sea, por una autonomía limitada de Irlanda dentro del Imperio británico. La Liga Agraria fue prohibida en 1881, mas prosiguió de hecho su actividad hasta fines de los años 80, en que, a iniciativa de los liberales irlandeses, que concluyeron un compromiso y mantuvieron negociaciones subrepticias con el Gobierno inglés, fue reorganizada en Liga Nacional Irlandesa. La reivindicación fundamental del programa de esta organización, que dejó de existir en los años 90, fue la lucha por el home-rule.
[4] Asunto del Alabama: conflicto entre los EE.UU. e Inglaterra, surgido con motivo de la ayuda militar de esta última a los Estados esclavistas del Sur durante la Guerra de Secesión de los EE.UU. de 1861 a 1865. Obrando en interés de sus fabricantes textiles y procurando impedir el desarrollo de la industria norteamericana, el Gobierno inglés construyó y armó para los Estados del Sur barcos de guerra que, con sus operaciones, causaron gran daño a los Estados del Norte. Entre esos navíos estaba el barco corsario Alabama, que hundió unas setenta naves de los Estados del Norte. Terminada la guerra, el Gobierno de los EE.UU. exigió al Gobierno inglés que compensara íntegramente las pérdidas causadas por el Alabama y otros barcos corsarios a los bienes de los ciudadanos norteamericanos. La comisión reunida el 8 de mayo de 1871 en Washington con este motivo decidió pasar el asunto del Alabama al examen del tribunal de arbitraje de Ginebra. En virtud del fallo de este tribunal, emitido el 14 de septiembre de 1872, Inglaterra quedó obligada a pagar a los EE.UU. una suma de 15,500,000 dólares. Inglaterra hizo una concesión, sometiéndose al fallo emitido, con el fin de que los EE.UU. no interviniesen en los asuntos de Irlanda y de lograr que renunciasen a apoyar a los revolucionarios irlandeses.
[5] Bakuninismo: tendencia política que recibió su nombre de Mijaíl Bakunin, ideólogo del anarquismo. La tesis fundamental del bakuninismo es la negación de todo Estado, incluída la dictadura del proletariado. A juicio de los bakuninistas, debía dirigir los motines populares una sociedad revolucionaria secreta constituida por personalidades “insignes”. La táctica de las conjuraciones, de los motines inmediatos y del terrorismo es de aventureros y hostil a la doctrina marxista de la revolución social.
[6] Los revolucionarios terroristas irlandeses asesinaron en mayo de 1882, en el Phoenix-Park de Dublin, a Cavendish, Secretario de Estado para los Asuntos de la India, y a su ayudante Burke.
[7] Se alude al asesinato del zar ruso Alejandro II por unos miembros de la organización revolucionaria ilegal La Voluntad del Pueblo, el 1 de marzo de 1881.
[…] 17 (para una reseña histórica de las luchas irlandesas, lea el artículo de Federico Engels, A propósito de la cuestión irlandesa). Lo que en Inglaterra se manifestó como una revolución popular en contra de la dinastía de los […]
En otra intervención comentaré sobre el escrito de Engels, sin embargo, debo reaccionar a una aseveración que hace el autor de la introducción.
«…la anexión territorial siempre puede ser una opción en el ajedrez estratégico de Estados Unidos. No hay que elaborar mucho este punto, excepto notar de paso que la posibilidad de la anexión formal de Puerto Rico por Estados Unidos no debe descartarse de plano, como lo hacen muchos soberanistas.»
Cierto, pero hay que hilar fino cuando nos referimos a anexión. Para efectos prácticos, a excepción de que para algunos aspectos tributarios y de comercio donde el gobierno federal considera la isla como país extranjero, Puerto Rico está integrado administrativa, política y militarmente al Estado Federal norteamericano. Esto podría considerarse una anexión de facto.
Si nos referimos a la incorporación de la isla como estado federado con representación en el congreso eso es otra cosa. Ciertamente en ese aspecto, estamos sujetos a la cláusula territorial. Aunque por motivos estratégicos y geopolíticos esa integración podría darse, la historia ha demostrado en sucesivas ocasiones en que esa no es la intención de la burguesía imperialista. Basta acercarnos a la jurisprudencia en los casos insulares y su doctrina colonial que establecía que «pertenecemos a pero no formamos parte de» como punto de partida a lo que ha sido una constante en las relaciones políticas entre la colonia y el imperio.
Recordemos también el llamado proyecto Campbell (creo que era así que se llamaba, si no, me corrigen) de 1922 donde ya se había preparado un proyecto para establecer un ELA primitivo, y que fue posteriormente implementado, con otras variantes en lo que fue la Ley 600.
También son significativas las acciones políticas del imperio frente a otros territorios como Hawaii y Alaska, donde se dio un proceso político de incorporación inmediata como estados, aunque estos no tuvieron representación formal en el congreso hasta 1954. Era evidente la intención de incorporarlos como estados.
Contrasta esta estrategia del imperio con sus acciones en Cuba y Filipinas, paises donde ya se llevaba a cabo guerras independentistas. En esas cirsunstancias el imperio prefirió delinear su estrategia de dominación a base del comercio y la coacción diplomática, manteniendo dichos territorios como protectorados, pero no con la presencia avasalladora como en Hawaii y Puerto Rico.
Si nos acercamos a la problemática de la incorporación como estado federado de Puerto Rico, en términos de política interna del imperio es donde confronta mayores problemas, recordemos que la representación en el congreso se da a base de cantidad de población, lo cual pondría a la isla en una situación ventajosa de representatividad sobre casi la mitad de los estados federados.
Ante este hecho, las burguesías de los estados jamás permitirían que se diera ese paso. Además, podría entrar el elemento de que la incorporación de un «estado demócrata» podría poner en peligro el balance electoral del cual gozan los partidos de la burguesía, los cuales se alternan el poder de acuerdo a los vaivenes del mercado y del capital.
A pesar de que la incorporación formal podría ser una posibilidad, si los intereses geopolíticos, estratégicos y económicos de la burguesía imperialista así se lo indican, el comportamiento político del imperio hacia la colonia ha sido consistente históricamente. Su mayor interés es mantener la isla como un territorio que le sirva como punta de lanza militar (aunque el aparato clásico fue desmantelado luego de Vieques, todavía tienen presencia todos los cuerpos de inteligencia y paramilitares), y como plataforma del tráfico de armas (hacia sur américa) y drogas (de sur américa hacia el norte), y como paraíso fiscal y de lavado de dinero del narcotráfico.
Comentarios sobre la contribución de El Quijote:
1. «para algunos aspectos tributarios y de comercio donde el gobierno federal considera la isla como país extranjero» / El gobierno federal sólo puede considerar a Puerto Rico (bajo el presente arreglo legal y jurídico) como un territorio, que le pertenece a, pero no es parte de, Estados Unidos. No lo puede considerar, bajo ninguna consideración, «como un país extranjero». Desde esa posición de ser «dueño» de Puerto Rico, el Congreso tiene el poder de tratar cualquier aspecto de su territorio, como le plazca, pero siempre como lo que es, un territorio no incorporado.
2. «Esto podría considerarse una anexión de facto.» / Se está hablando de anexión, que es una consideración jurídica. La integración es otro asunto. Un territorio, una colonia de Estados Unidos puede estar tan integrado como se quiera, pero eso no lo hace ni un milímetro más cercano a la anexión. Por el contrario, puede ser tan «extranjero» como lo fue Luisiana, o Texas, en alguna ocasión, y puede ser anexado como resultado de procedimientos puramente legales y jurídicos; nunca «de facto».
3. «la historia ha demostrado en sucesivas ocasiones en que esa no es la intención de la burguesía imperialista» / Nada es eterno; todo fluye y cambia, y de lo que parece como una inamovible realidad histórica puede surgir su negación, su todo lo contrario. ¿Quién diría que, en la primera década del siglo 21 la burguesía nacional de Estados Unidos iba a estar corriendo asustada, financiando movimientos de insurrección partidista como el Tea Party, con su intensa actividad nativista, porque está leyendo la escritura en la pared, de que Estados Unidos se está tornando en un verdadero estado multinacional, con una creciente población hispana? Se hace la diferencia entre los intereses de la burguesía nacional, que le interesa mantener el dominio anglosajón de las palancas del Estado, de donde provienen la mayoría de los fondos que financian (ampliamente) las políticas de derecha en Estados Unidos, y la «burguesía imperialista», incrustada a los ciclos de acumulación del capital internacional. Esa «burguesía imperialista», que cada vez se separa y se distingue más de la burguesía nacional, no está amarrada a los intereses nativistas y derechistas de la burguesía nacional. Por el contrario, le pudiera interesar una república multinacional, con importantes sectores hispanos y asiáticos, de donde extraer sus cuadros para su consolidación de la hegemonía sobre el capital internacional. En ese escenario, ¿no les pudiera interesar un estado caribeño y latinoamericano? El punto no es que eso sea lo que va a acontecer. El punto es que, en este momento de transición, en el que los ciclos de acumulación del capital internacional pueden ser cada vez más intensos y poderosos, ¿por qué vamos a seguir mirando las cosas como éstas se han «demostrado en sucesivas ocasiones» del pasado, y no como se puede desenvolver hacia el futuro en todas sus contradicciones cambiantes.
4. Sobre Hawái y Alaska, y Cuba y Las Filipinas, habría que considerarlas cada una en relación a su historia real, lo que sería demasiado extenso. A manera de resumen: Hawái era un reino independiente, al cual algunos terratenientes yankis, en combinación con el US Navy, le dieron un golpe de estado. Por muchos años funcionó como un protectorado, con un tratado de reciprocidad comercial, hasta que fue anexado, precisamente en 1898. No fue admitida a la Unión (a insistencia del US Navy) hasta después de la Segunda Guerra Mundial (1959). Alaska fue adquirida por compra a Rusia en 1867, lo que por décadas fue motivo de burla entre los políticos. Su admisión a la Unión en 1959 tuvo más que ver con la Guerra Fría que cualquier otra consideración. Cuba, probablemente hubiera sido anexada; tenía un partido anexionista considerable, y muy rico, pero los antiimperialistas en el Congreso le insertaron una enmienda, la enmienda Teller, a la apropiación de los fondos de guerra, para prohibir su anexión. No pasó lo mismo ni con Puerto Rico ni con Las Filipinas. Esta última reinició su guerra de guerrillas que sostenía contra España, ahora contra Estados Unidos, que tuvo que reprimirla con violencia extrema. Fue sobre los filipinos que el ejército yanki experimentó, por primera vez, con el «waterboarding». No fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial que Estados Unidos le reconoció su independencia (con bases militares), ya que estaba presionando a Inglaterra y a Francia para que desmantelaran sus imperios coloniales. Puerto Rico fue transformado de colonia azucarera a colonia manufacturera después de la Segunda Guerra, con un fuerte componente militar, que se ha ido desmantelando durante las últimas décadas. Su condición de territorio no incorporado no ha variado en su fundamento desde los primeros años del siglo 20. El estudio de la historia de estas islas azucareras, y de Alaska, nos dicen mucho sobre las luchas entre la naciente burguesía imperialista, que probó ser agresivamente expansionista, y la burguesía nacional, de donde salían los principales líderes del antiexpansionismo del siglo 19, y la relación de ambas con el aparato de seguridad nacional de Estados Unidos, pero no está claro cuál es el punto del comentario respecto a la aserción de que no se debe descartar la anexión de Puerto Rico, si así le llegara a convenir a la burguesía imperialista, por encima de los intereses de la burguesía nacional, durante las próximas una o dos décadas.
5. «A pesar de que la incorporación formal podría ser una posibilidad, si los intereses geopolíticos, estratégicos y económicos de la burguesía imperialista así se lo indican» / ¡Bingo!
[…] Engels sobre las condiciones en Irlanda en 1882 Publicado en La cuestión nacional, Socialismo científico […]