Mensaje del Partido Comunista Brasileiro

Cada día que pasa, se vuelve más clara para todos, la naturaleza excluyente del capitalismo: aumentan las expropiaciones sobre el trabajo, reduciéndose los derechos sociales, se devalúa la fuerza de trabajo, disminuyen las perspectivas para los jóvenes trabajadores, empeoran las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población mundial, mientras que un número cada vez menor de empresas obtienen beneficios cada vez más obscenos, aumentando la apelación al consumo exacerbado y provocando más destrucción de los biomas y de los recursos naturales de la tierra.

La actual crisis económica, que no se agota en los Estados Unidos y se arrastra por Europa y por otras regiones del planeta, reafirma las tendencias del capitalismo: las grandes empresas están cada vez más internacionalizadas, buscando explotar nuevas oportunidades de mercado, bajos salarios, materias primas, y otros insumos de producción más baratos. Uniéndose a los grandes bancos y forjando fusiones, trust y cárteles de los más variados tipos, con sus tentáculos en todo el mundo, los oligopolios explotan más y más a la clase trabajadora, constituyendo enormes y poderosas oligarquías, formando lo que Lenin llamó imperialismo.

Los gobiernos de la socialdemocracia, en todo el mundo, se aproximan cada vez más al pensamiento, las propuestas y las acciones políticas liberales y neoliberales, implementando recortes del gasto público, desguazando los sistemas públicos de salud, educación, seguridad social, imponiendo la reducción de los salarios y precarizando los empleos; una lógica y una fundamentación esencial es la de que el mercado es la mejor estructura para la organización de la economía y la sociedad; el mercado es absoluto e intocable, dejando a los “más fuertes, más competentes y más atrevidos” los beneficios y frutos de su esfuerzo y, a los más débiles, la desesperación.

Los valores y las ideas que sustentan y apoyan tales políticas son los mismas que justifican el individualismo, la exclusión y la desigualdad social como inherentes a la vida en sociedad y al “ser humano”. Estas ideas y valores, a pesar de enfrentar cada vez más la oposición en muchos países, todavía son hegemónicos, contaminando incluso los movimientos sociales y las organizaciones obreras. El sistema político-electoral burgués se vuelve cada vez más rehén de los grandes grupos económicos que financian las campañas de los partidos de orden y controlan los medios de comunicación capitalistas. La participación popular queda restringida al acto de votar.

Los estados capitalistas más desarrollados, reunidos en bloques políticos y económicos, presentan crecientes contradicciones, oposiciones internas y disputas entre sí, pero siguen su escalada de acciones políticas, económicas y militares para defender sus intereses estratégicos en todo el mundo, tratando de reprimir cualquier manifestación contra el orden capitalista. De ahí la permanante acción de desestabilización, bloqueo y sabotaje de cualquier forma alternativa, sean las experiencias de transición socialista como Cuba, sean incluso los gobiernos populares como los de Venezuela, Bolivia y otros.

Esta acción del imperialismo se ve reforzado por la sumisión descarada de los gobiernos vasallos del imperialismo, como el de Colombia, en América del Sur, e Israel, en Oriente Medio, pero también por las alternativas moderadas que llevan al pacto social y a la neutralización de la capacidad de lucha de los trabajadores, como los que hubo en Chile con Bachelet y en Brasil con Lula. Por eso la lucha anticapitalista y antiimperialista exige la solidaridad internacional, no como un mero acto de solidaridad, sino como una participación activa en la lucha contra el imperio del capital.

El capitalismo en Brasil es monopolista, dispone de instituciones consolidadas y las empresas que operan aquí están, en su gran mayoría, perfectamente integradas en la economía mundial.

El capitalismo brasileño ha llegado a un punto de gran nivel de madurez que las luchas sociales y la resistencia de los trabajadores en la defensa de sus derechos más inmediatos, como el salario, las condiciones de trabajo, los derechos de pensión, el pleno acceso a una educación pública de calidad, la atención a la salud, a una vivienda digna, a los bienes culturales y de ocio chocan hoy en día con la falta de fondos o de proyectos de desarrollo, pero con la lógica privatizadora del mercado que transforma todos estos bienes y servicios en mercancías. De manera que la lucha por los derechos, por la calidad de vida y condiciones de trabajo dignas es hoy día una lucha anticapitalista.

El desarrollo del capitalismo brasileño está, de forma profunda e incontrovertible, vinculado al capitalismo internacional, siendo imposible separar donde comienza y donde acaba el capital “nacional” y aquel vinculado a la internacionalización de las grandes empresas transnacionales. El desarrollo de los monopolios, de las fusiones, de la concentración y centralización de los principales medios de producción en manos de grandes corporaciones monopólistas, en los sectores industrial, bancario y comercial, hace imposible separar el capital de origen brasileño o extranjero, así como el llamado capital productivo del especulativo, ya que en esta fase el capitalismo financiero funde sus inversiones tanto en la producción directa como en el capital que devenga interés y fluye de un campo a otro, de acuerdo a las necesidades e intereses de la acumulación privada, siendo contrario a cualquier tipo de planificación y de control. No hay, por lo tanto, ninguna contradicción entre el desarrollo del capitalismo nacional y los intereses del capitalismo central sino que, por el contrario, aquel pasa a ser la condición del desarrollo de éste. Por todo esto, creemos que hoy la lucha anticapitalista es, necesariamente, una lucha antiimperialista.

No hay perspectivas, por lo tanto, de formación en Brasil de alianzas entre la clase obrera y la burguesía con vistas a la construcción de un gobierno que pudiese desencadenar un proceso de pleno desarrollo social con calidad de vida y bienestar, con amplio acceso de los trabajadores bienes y servicios esenciales de la vida; tampoco existe la posibilidad de una unión entre empresarios y trabajadores brasileños para hacer frente al “capital extranjero”, dada la internacionalización de las empresas, del capital en general y de la propia burguesía. No deja de ser una gran falacia la propaganda de algunos de los partidos que se dicen de izquierda en defensa de una alternativa nacional que incluya a la burguesía, o sea, en el sentido de un “capitalismo autónomo.”

Sólo la alternativa socialista, por la vía revolucionaria, se nos presenta como el principal objetivo a alcanzar, constituyen el norte de todas las acciones e iniciativas verdaderamente transformadoras. Entendemos que la revolución socialista es un proceso complejo y a largo plazo, que comprende múltiples formas e instrumentos de lucha. Para que este objetivo sea viable, será necesaria la unión de todas las fuerzas que identifican en el capitalismo y en el imperialismo las más causas profundas del panorama excluyente y los enemigos centrales a ser derrotados, estas fuerzas son los partidos políticos, grupos, organizaciones, movimientos sociales o personas que se oponen al orden burgués hegemónico, que defiendenden la justicia y la igualdad social, que proponen caminos y realizan luchas y acciones políticas en el sentido del cambio radical de realidad.

Es parte de la lucha contra la hegemonía conservadora en Brasil la superación de la división de las fuerzas socialistas, populares y revolucionarias. La fragmentación de nuestras fuerzas es alimentada apenas nada por la capacidad de cooptación y neutralización estatal y gubernamental, ni por la violenta manipulación ideológica impuestas tanto por los medios de comunicación al servicio del capital como por la escalada consumista difundida a las clases trabajadoras (bienes y servicios no esenciales, sino baratijas del reino mágico de las mercancías), sino más bien por las dificultades en el campo de la izquierda para producir los niveles mínimos de unificación que permitan pasar a la ofensiva contra la hegemonía burguesa.

Es hora de dar un salto cualitativo en busca de la unidad práctica de los movimientos sociales, las fuerzas de izquierda y las organizaciones representativas de los trabajadores, en el camino de la formación de bloque proletario capaz de contraponer a la hegemonía conservadora una alternativa real de poder popular en nuestro país. Como instrumento organizador colectivo y constructor del camino revolucionario, proponemos la creación de un Frente Anticapitalista y Antiimperialista.

Una vez creado, este frente no será propiedad de ningún partido, organización o grupo, constituyéndose como organizador dinámico de las acciones políticas y organizativas en los planos de la lucha de ideas, de los movimientos de masas y de las luchas institucionales. Ni el lenguaje a ser utilizado, ni las formas de lucha ser empleadas por el Frente serán dictadas por esta o aquella organización, sino elaboradas conjuntamente: las decisiones del Frente deberán ser tomadas por consenso.

El programa político del Frente debe estar compuesto por las principales ejes de lucha en cada plano de acción: no será así sólo la suma simple de las luchas dirigidas por las organizaciones que lo componen, las cuales seguirán llevando a cabo las luchas concretas que emprenden.

Cómo banderas de lucha, sugerimos que el Frente priorice:

  • la lucha por la reforma agraria y reforma urbana;
  • la lucha por un Petrobras 100% estatal;
  • la lucha por la renacionalización de la infraestructura productiva, de la generación y distribución de energía, de las grandes empresas industriales y financieras;
  • la lucha contra la precariedad del trabajo y por la ampliación de los derechos sociales;
  • la lucha por la expansión de la educación, las pensiones, la asistencia social y la salud pública, gratuitas y de calidad para toda la población;
  • la lucha por el control estatal de las comunicaciones, para su democratización;
  • la lucha en defensa de los pueblos y gobiernos progresistas en América Latina y en todo el mundo;
  • la defensa del pueblo palestino y su derecho a la autodeterminación.

Río de Janeiro, enero de 2011.

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