
No fue la manifestación más grande que se haya dado en la historia de las luchas en Puerto Rico. No habrá sido tampoco la más militante. Pero algo está cambiando. Cuando el pueblo toma las calles, se siente como si se estuvieran ensayando, con disciplina y cohesión, las futuras ofensivas de poder popular en esta sociedad. Llegará el día en que este pueblo ya sabrá no solamente cómo tomar las calles, sino cómo retenerlas, y cómo pasar de ahí a la toma revolucionaria del poder. Los miles de puertorriqueños que se movilizaron a decirle a los guaynabitos que su estrategia de desmantelar la universidad del pueblo va a confrontar una seria resistencia, también le enviaron el mensaje a los dueños de la colonia de que las resistencias parciales, a la agresión en contra de la Universidad y los estudiantes, al gasoducto de la muerte, a la privatización del sistema de educación pública del país, a las APP de las autopistas, tienen todo el potencial de tornarse en una ofensiva general del pueblo para derrotar el sistema de explotación colonial que pesa sobre toda esta sociedad de sudor, sacrificios y trabajo. El cínismo de la seudointelectualidad posmoderna insiste en que nada cambia, que por más que marchemos y gritemos, todo se quedará igual. Ésa es la postura de quienes se esconden detrás de la afectación elitista, para disimular que, realmente, preferirían que nada cambiara. No se percatan de que, muy por el contrario, todo fluye, todo cambia. La colonia se descompone y se derrumba. Está acercándose el día en que tengan que unirse a los que marchan, o gritar despavoridos porque se repriman las fuerzas revolucionarias que pondrán en jaque sus privilegios. Entonces recordarán que esa larga marcha libertadora reinició su curso con estos primeros pasos.
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