El Barón de Fonalledas su gata persa y su muñeco de trapo

Por Moro de la Costa

El Barón, su gata persa y su muñeco de trapo

La estrategia financiera del Barón Jaime Fonalledas, implantada desde Fortaleza por sus mascotas políticas, Luis Fortuño y Marcos (“sácalos a patadas”) Rodríguez Ema, puede haberse encayado en las turbulencias de las finanzas capitalistas.

Se apertrechó por años en su principal plaza comercial, donde llegó por herencia de unos de esos tíos capitalistas visionarios, pero genéticamente estériles, que supieron tornar unos hatos ganaderos en un feudo del consumerismo de pretensiones burguesas. Las fortunas que, por décadas, le han producido esa Plaza es motivo —y medio económico— para adquirir mercenarios legales, algo así como partidas de asalto, cuyo propósito es impedir que se levanten otras plazas cercanas a las suyas que pudieran retar su señorío. Entre esos “warlords” legales del Barón de Fonalledas se cuenta al decrépito guerrero, personaje sanguinario de antaño, Carlos Romero Barceló. Pero las influencias de poder del Barón no se limitan al asesino de Cerro Maravilla. Está íntimamente relacionado con el expresidente del Tribunal Supremo, José Andreu García; la esposa del poderoso juez del Tribunal de Apelaciones, Guillermo Arbona Lago, disfruta de suculentas igualas notariales, provenientes de los proyectos del Barón; y, naturalmente, tiene a su famosa gata persa cómodamente instalada en el Palacio de Gobierno.

Escandalosamente, Juan Bravo, el gánster que está acusado, junto a Héctor Martínez por actos de corrupción, es el jefe de su guardia pretoriana, las llamadas fuerzas de seguridad de sus empresas.

El Barón de Fonalledas es un patricio muy conocedor de lo cruenta puede ser la guerra entre los ejércitos burgueses, y ya había comenzado a diversificar sus fortunas, mezclando su poder comercial con la especulación financiera de alto rendimiento, especialmente en fórmulas desarrollistas y de bienes raíces.

Piedras en el camino

La caída estrepitosa de estos valores inmuebles lastimó a este patricio del comercio insular, lo que aumentó considerablemente su voracidad por nuevos esquemas de lucro.

Llevó un tiempo planificando y materializando un plan que comenzó con el golpe de estado que se le dio a Aníbal Acevedo Vilá, con otro instrumento de la derecha colonial: la fiscal federal Rosa Emilia González. En uno de los más burdos episodios de abuso del poder federal sobre la colonia, se montó un espectáculo político en el tribunal de distrito de Estados Unidos en Puerto Rico, sin otro propósito que el de deshauciar al Gobernador colonial del Partido Popular de su residencia en Fortaleza.

La administración de Sila Calderón ya le había limitado el marco de acción de la Casa de Fonalledas, aunque sus jugosas aportaciones a Lopito Ileana & Howie le compraban ciertas protecciones. Pero un segundo término de Acevedo Vilá, quien le exigía más por sus favores, le hubiera causado serias dificultades; de ahí el golpe de estado.

Puso a Fortuño en Fortaleza en medio de la peor crisis capitalista desde 1929. Tuvo que ponerle al lado a Marcos Rodríguez Ema (“la gata persa”, como a él mismo le gusta llamarse), para ponerle espina dorsal al muñeco mongo (“ese mamao” como le llama Jorge Santini) de Luis Fortuño —de ahí lo de “sacarlos a patadas”— y para operar las maniobras financieras requeridas por el Barón de Fonalledas. De eso sabe Rodríguez Ema, que ya acumuló algo más que experiencia en la venta de Nuestra Telefónica.

El plan Fonalledas

En 2009, la bolsa de valores de Wall Street se encontraba postrada, y el mercado de bonos estaba en ascenso. Esto, y la aprobación del programa subsidiado de bonos de Build America Bonds (BABs) de Barack Obama, le abrió una interesante ventana de oportunidad a la Casa de Fonalledas.

Los populares habían ensayado el esquema en términos generales, pero el Barón no estaba invitado al banquete. El Barón desplegó todos sus ejércitos, y Aníbal y sus alcahuetes tuvieron que pagar las consecuencias de su ira en el Tribunal Federal.

Al comenzar el cuatrenio ya tenían montado el embeleco: un esquema de deuda permanente para Puerto Rico —es decir, para todos nosotros los que trabajamos y pagamos— basado en el mercado de bonos, el cual el Barón manejaría a través de sus mascotas, y del cual extraería fabulosas fortunas que dejarían chiquita a Plaza Las Américas.

Ése es el embeleco que opera detrás de la intención de convertirlo todo en una recicladora de bonos de deudas. Lo quieren hacer con la UPR, y poner a pagar a los estudiantes.

Lo quieren hacer con las autopistas, y poner a pagar a los motoristas.

Lo quieren hacer con el gasoducto de la muerte, y ponernos a pagar a todos.

Mientras el Barón preparaba los instrumentos de deuda, empaquetados preferiblemente como APPs‚ con los guaynabitos del Banco Gubernamental de Fomento, conectaba la Casa de Fonalledas con diversos bancos de Wall Street, para apropiarse de una jugosa rebanada de la transacción. Hubiera sido un plan perfecto, si no hubieran cambiado los vientos. Ahora, la nave no llega a puerto.

Irónicamente, el Partido Republicano Nacional (PRN), del cual el Barón de Fonalledas es el principal jerarca en Puerto Rico, es el mayor obstáculo. El PRN ha sido capturado en Estados Unidos por las fuerzas insurgentes del Tea Party. Esas fuerzas, diversas y en ocasiones contradictorias, tienen un denominador común: su aversión a las políticas de endeudamiento. De paso, alimentan una interesante e implacable hostilidad hacia los bancos de Wall Street.

Se trata de una feroz batalla —¿quién sabe si la decisiva?— entre la burguesía de carácter “nacional” en Estados Unidos, y la burguesía de carácter “global” cuyos intereses trascienden las fronteras de los 50 estados y sus colonias.

Tan pronto como le propinaron una descomunal derrota a los Demócratas en las elecciones congresionales recientes —sin siquiera haberse sentado como líderes de la mayoría Republicana en la Cámara de Representantes— los insurgentes ya estaban estableciendo la agenda de su economía política en Washington, DC: muerte a la deuda; palos a Wall Street.

Los poderes tradicionales del Partido Republicano, fieles sirvientes de los bancos y del capitalismo global, han sucumbido ante el empuje de la insurgencia. La agenda política de la Cámara de Representantes recién inaugurada la están dictando, por ahora, los sublevados del Tea Party.

Si ese ambiente político, hostil a sus embelecos financieros, no fuera suficientemente grave —ya degollaron los BABs, un principal instrumento del plan del Barón de Fonalledas— ahora —¡horror de horrores!— las ganancias de las grandes corporaciones registran subidas dramáticas, y los inversionistas abandonan el mercado de bonos para buscar mejores rendimientos en la Bolsa.

La muerte anunciada de los BABs para el 31 de diciembre causó una estampida de fondos del mercado de los bonos municipales (munis) hacia la compra de esos BABs, antes de que se cerrara esa ventana subsidiada, lo que ha desolado el panorama de los munis. No hubo suficientes compradores —se fueron a comprar los BABs que se pudieran emitir legalmente antes del 31 de diciembre— para todo el papel que se está ofreciendo en este mercado. Además, la cada vez más patente crisis fiscal de muchos estados y municipalidades, está causando el éxodo masivo de los fondos mutuos del mercado de la deuda estatal y municipal. Hay muchísimo más oferta que demanda, y como todos sabemos, eso dispara los precios de la deuda.

De la noche a la mañana, la capacidad de los guaynabitos de reciclar la deuda de la colonia se ha encarecido fuera de su alance, aunque sigan caca­reando sobre la ficticia mejora de la reclasificación del crédito colonial. Sin los BABs, y con munis prohibitivamente caros, las tajadas disponibles para quienes trajeran proyectos al matadero de Wall Street se están esfumando.

El encarecimiento general de los bonos reduce las fortunas de la Casa Fonalledas: se limita el espacio para especular con la deuda de Puerto Rico, y se encarecen los fondos disponibles para reactivar sus proyectos desarrollistas.

El mal ejemplo de los estudiantes

Eso explica la desesperación de esta camarilla burguesa Fonalledista. Por eso quieren sacar a los revoltosos de la Universidad a patadas. Les están desequilibrando el esquema —¡por dios, alguien tiene que pagar las deudas!

Si los estudiantes le abren el camino al resto del país, ¿¡qué se va a hacer cuando las grandes masas de plebeyos aprendan a decir que no van a pagar más!?

A todo esto, el gobernador pelele de Fortuño puede quedarse sin la soga y sin la cabra. No solamente se hace cada día menos elegible para revalidar un segundo término, sino que el fracaso de las maromas del Barón de Fonalledas, y sus repercusiones políticas y sociales, lo pueden descualificar de ser escogido como el “hispanic” nene lindo (en inglés: in-house spic) a un puesto de relieve propagandístico en Estados Unidos.

El Barón de Fonalledas le llenó de guano la cabeza a ese muñeco de trapo que puso en Fortaleza: le hizo creer que le esparaba un futuro brillante en la política del Partido Republicano de Estados Unidos. Le prometió su asistencia política y financiera (esos nombramientos hay que comprarlos), en acceder algún cargo dentro del Partido Republicano, como un primer paso en su carrera hacia una candidatura como primer vicepresidente “hispanic”.

Ese sueño se le está convirtiendo en pesadilla. Los estudiantes, con su lucha tenaz y prolongada, le opacan sus credenciales de gobernante audaz y decidido. Esas credenciales como agente de la agenda Tea Party en la colonia —el desmantelamiento del costoso Estado Benefactor; la salida del gobierno del rol de patrono principal; y la reducción de las contribuciones— están sufriendo ante su incapacidad de meterle a los estudiantes las cabras en el corral. Ese fracaso lo va a consignar al zafacón en la muy competida y traicionera política del Partido Republicano Nacional.

Ya el Barón debe estar conversando con Georgie Pierluisi, y su ambiciosa esposa, Maria Elena Carrión. ¡Dios los cría, y ellos se juntan!

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