Por: Ángel M. Agosto, militante socialista
Un segmento mayoritario del independentismo atraviesa por una crisis muy profunda desde fines de los años setenta. Improvisaciones, falta de planificación estratégica, elitismo, afán de protagonismo individual y ausencia de contenido social son algunas de sus características principales. Ello convierte a los sectores dispersos en terreno fértil para proyectos fatuos como los que se circunscriben a la aparentemente recién descubierta palabra “soberanismo”. Cuando el movimiento independentista alcanzó un contenido clasista proletario que reivindicó y se hizo partícipe de las luchas de obreros y trabajadores por el cambio social radical al tiempo que diseñó e implementó una estrategia revolucionaria clara y realista encaminada hacia la independencia y el socialismo siendo ambos aspectos (independencia y socialismo) uno solo, la lucha se masificó y pudo desarrollar poderosas instituciones de apoyo. Si entrado el Siglo XXI hemos visto logros significativos (salida de la Marina de Vieques, democratización de los medios de comunicación y libertades civiles, crecimiento y democratización relativa de las luchas sindicales) es porque son coronación de los esfuerzos que se hicieron en los años setenta, hace más de treinta años.
Quienes optan por la vía electoral del independentismo caen en una profunda desmoralización elección tras elección; grupos no electoralistas demuestran su inhabilidad para enfrentar los desmanes del régimen y las organizaciones armadas demuestran con su silencio su incapacidad para levantar la lucha, en tanto otros se unen al colonialismo.
En general nuestra lucha de independencia ha perdido el rumbo, y también la calle, hoy bajo el control del hampa. Y para colmo, en vez de fortalecer las organizaciones independentistas, algunos toman senderos trillados, como lo es el llamado movimiento soberanista.
Sobre esto es importante hacer una aclaración. Es bueno que sectores de la izquierda del PPD busquen atraer a sus centros y derechas hacia posiciones anticoloniales. Ello podría convertirse en un gran movimiento progresista, como lo fue el Partido Popular antes de perder el rumbo. Otra cosa es que independentistas den un paso atrás en pos de lo que podría terminar en quimera.
¿No fue con esa retórica soberanista que Luis Muñoz Marín después de fines de la década del treinta llevó al independentismo, que era mayoría entonces, al barranco del colonialismo y, así legitimado, entregó el país al capitalismo extranjero?