La lucha de clases en Estados Unidos, Parte 1

La elección de numerosos candidatos del Partido Republicano en las recientes elecciones acarrea múltiples y conflictivas consecuencias. Una de ellas es el apoderamiento de ciertas fuerzas burguesas de carácter nacional, estatal o local, que ven los bancos de Wall Street, y sus ofertas de endeudamiento permanente, como serias trabas a sus intereses industriales y comerciales.

El demócrata Barney Frank abandona la silla presidencial del Comité de Servicios Financieros que probablemente ocupará el republicano Spencer Bachus.

Al imponerse como mayoría en el Congreso, los republicanos están por elevar a Spencer Bachus, de Alabama, a la presidencia del Comité de Servicios Financieros (Financial Services Committee) en sustitución de Barney Frank, Demócrata por Massachusetts.

Durante la campaña, Bachus le prometió repetidamente a sus electores que promovería mayor control y reglamentación federal sobre los bonistas estatales y locales. Sus campaña coincidía con la situación precaria del condado de Jefferson (Jefferson County) un segmento del cual es parte de su distrito representativo, y que está a punto de declararse insolvente ante la maduración de una deuda de $3.2 mil millones, cuyo interés los bonistas han disparado dramática y recientemente.

La estrategia de Bachus es ampliar y fortalecer los poderes del Securities and Exchange Commission (SEC) para que éste supervise directamente los mercados locales de bonos, especialmente los llamados bonos municipales, usados como el principal vehículo de deuda de los municipios y los estados (y las colonias). Conocidos en la industria como munies, estos instrumentos gozaban de la protección legislativa de los demócratas, que ahora están en la minoría.

Uno de los fundamentos de la rebelión del Tea Party es la oposición a los ciclos de deuda y tributos que el capital financiero le ha impuesto a los ciudadanos de Estados Unidos.

Los republicanos responden a la inquietud de los contribuyentes de sus distritos, quienes, en última instancia son los pagadores de la deuda. Ése es uno de los fundamentos de la rebelión ciudadana que se congrega en torno al movimiento Tea Party.

Los Republicanos responden también a los variados, y generalmente estropeados, intereses del capital industrial nativo. Estos intereses varían en cada estado y en cada localidad, pero todos se asemejan en que pagan las consecuencias de unas políticas que abaratan la importación de mercancías y encarecen la exportación de la producción de Estados Unidos al mercado mundial.

Estos intereses han tenido que tolerar la progresiva imposición de los intereses Wall Street, en parte amparada por su propia necesidad de limitar la reglamentación federal de los negocios privados. Ahora, según gritan por un lado de la boca en contra de la injerencia federal en sus estados y localidades, por el otro lado de la boca exigen que los federales regulen y refrenen los intereses financieros de Wall Street sobre sus estados y localidades. Ésa es una de las múltiples contradicciones del movimiento Tea Party.

El éxito de Wall Street, amparado por demócratas y republicanos de la élite tradicional de ese partido, resulta en mayor endeudamiento estatal y local, aumento en las contribuciones en ambas instancias, y la pérdida de competitividad mundial de las mercancías producidas en Estados Unidos (y sus colonias). La definición de lo que significa el imperialismo yanqui ya no se traduce en ventajas impuestas por Estados Unidos para el capital industrial de ese país. Antes, la bota imperialista derribaba obstáculos que las élites nacionales de los otros países le imponían a la libre circulación de mercancías y capitales yankis. El imperialismo actual se manifiesta en la acumulación en Wall Street de plusvalía producida en todas partes del mundo, y la imposición de un régimen no productivo de deuda en Estados Unidos (y sus colonias).

El movimiento Tea Party agrupa vertientes contradictorias, incluyendo un fuerte componente racialista y anti inmigratorio.

La victoria republicana —es decir, de su ala del Tea Party—  significa, en parte, una rebelión local, parcial y tentativa, en contra de los resultados depresivos de esas políticas imperialistas. ¿De qué le sirve a los norteamericanos su Estado imperialista, si los va a tratar a ellos mismos como ciudadanos del Tercer Mundo?

En Estados Unidos, estas luchas políticas entre los diferentes sectores de las élites imperialistas —en este caso la riña entre el capital industrial nacional, estatal y local, versus el imperialismo global del capital financiero— tienen que procesarse por conducto de las campañas electorales y las decisiones de los votantes.

En la colonia, a los puertorriqueños se nos imponen las decisiones que finalmente se adoptan mediante ese proceso político. Ésa es la naturaleza de ser colonia, el tener que aceptar como inevitable lo que otros pueblos decidan para ellos mismos.

La rebelión Tea Party contiene también fuerzas más radicales que se oponen al predominio federal y financiero sobre la sociedad.

Si la rebelión Tea Party dentro del Partido Republicano en contra del agarre de Wall Street sobre sus economías nacionales, estatales y locales llegara a prosperar, los planes de las élites guaynabitas de imponernos sus embelecos de deuda pudieran verse comprometidos. Por eso la prisa con proyectos como el Gasoducto de la Muerte.

Esa rebelión está todavía en sus primeras etapas, y su éxito en contra de las fuerzas en Washington que defienden al imperialismo de Wall Street aún está por verse.

A pesar de su victoria parcial, los defensores de Wall Street todavía predominan en el Senado, y en las ramas Ejecutiva y Judicial. Los rebeldes tendrán, además, que vérselas con la élite tradicional del Partido Republicano, que aunque corrió asustada ante los avances de la rebelión del Tea Party, tarde o temprano se reagruparán y comenzarán a sabotear a los rebeldes.

Los revolucionarios puertorriqueños, siempre espectadores de estas luchas de clase en el imperio, podemos usar el entendimiento de estas contradicciones para avanzar nuestra propia lucha de clases, y de liberación nacional, en la colonia.

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