La lucha de clases en Puerto Rico / 5 / Nada que perder, excepto nuestras cadenas

Nada que perder, excepto nuestras cadenas

Nos declaran la guerra con un plan denigrante que acabaría por descalabrar las bases naturales y sociales que nos quedan a los trabajadores para construirnos una sociedad de prosperidad sustentable y justicia social.

Los imperialistas de Wall Street, y sus agentes guaynabitos, cuentan con nuestras supuestas pasividad política y docilidad social.

Sin duda esta banda de privilegiados se ha preparado bien para intentar someter al pueblo trabajador de Puerto Rico a un régimen infame, humillante y destructivo. No les causa reparos ningún sentido patriótico, y nunca serán detenidos en su repugnante afán de lucro por la más mínima consideración de decencia humana.

Lo que no tienen es valentía. Su crianza de privilegios sólo les ha enseñado a mandar y a abusar. Tan pronto cuando este pueblo les haga frente, se esconderán detrás de su desquiciada Fuerza de Choque.

El coraje de los oprimidos

Todo el Poder al Pueblo

La cobardía abusadora de los privilegiados, con sus leyes punitivas y sus fuerzas de represión, locales y federales, sólo conseguirán aguijonear la ira del pueblo. Transformará su ánimo de rebeldía —notable ya en una sociedad que se hace cada vez más ingobernable— en un decidido espíritu de combate.

El cinismo que todavía nos empaña la vista nos impide considerar que la historia puede tomar giros súbitos.

La lucha de clases es un fenómeno que puede aplacarse durante largas temporadas, como también puede encenderse y propagarse con velocidad inesperada. Ninguna socie­dad está exenta de ese fenómeno. Cuando la soga aprieta, cuando el peso del yugo se hace intolerable, los hombres y las mujeres adquieren un claro sentido de sus intereses de clase, y se arrojan a la lucha para asegurárselos.

Es imposible anticipar el resultado de esas luchas que se avecinan, más o menos intensas, más o menos violentas. Lo que sí se puede asegurar es su inevitabilidad.

Perdamos nuestras cadenas

Los guaynabitos se están encargando de preparar el terreno, y echar a caminar las fuerzas de su propia liquidación. De paso, el aparato de sujeción colonial se sacudiría desde sus cimientos.

Se la juegan el todo por el todo. Si triunfan, nos habrán destruido la posibilidad de un futuro digno a la mayoría de nosotros, y se habrán garantizado ellos un porvenir de privilegios parasitarios y hereditarios.

Con sus glotonería provocan la determinación de lucha del pueblo trabajador, y la voluntad de llevarles, implacable y masivamente, la guerra de clases hasta los portones de sus Garden Hills o de sus Las Villas. Están sembrando vientos y van a cosechar tempestades.

Cuando se desate la tempestad, no se puede perder de vista que los guaynabitos son nuestro enemigo más visible e inmediato, pero que en el orden general de las cosas, son meros mequetrefes al servicio del imperialismo.

La Bestia de las Mil Cabezas de Wall Street
Tenemos que derrotar la bestia de Wall Street

El principal enemigo nuestro, al que tenemos que derrotar, se esconde en Wall Street. Emerge de su guarida como una Bestia de Mil Cabezas que nos quiere tragar y hacernos desa­parecer como sociedad viable.

Ciertamente, esos plu­tó­cra­tas no titubearán en tirar a sus lacayos guaynabitos por la borda y sustituirlos con otro equipo más hábil y efectivo. Lo han hecho antes.

Esta vez no nos podemos engañar. Esta lucha contra el imperialismo no es un asunto de elegir a otro combo de sirvientes de la Bestia. Es un asunto de vida o muerte para Puerto Rico.

De todas maneras, y por el momento, la suerte parece estar echada. Como dicen en el barrio, se acabó el pan de piquitos. La camarilla guaynabita nos ha hecho el favor de empujar las contradicciones sociales hasta sus últimas consecuencias. O les llevamos la guerra de clases, masivamente unidos, al portal de sus mansiones, o nos encadenarán, uno a uno, al servicio de Wall Street, y de sus arrogantes caprichos y privilegios.

Fin de la quinta y última sección. Puede regresar a cualquiera de las secciones, pulsando el enlace apropiado
Introducción

Sección 1:
El Gasoducto de la Muerte
Sección 2:
Las autopistas y las APP
Sección 3:
El Guaynabazo
Sección 4:
Dos sociedades en un archipiélago
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Nada que perder, excepto nuestras cadenas

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