Wall Street exige que Puerto Rico se convierta en una maquinita esbelta y despiadada de reciclar deudas. Tiene que continuar reduciendo los gastos del gobierno, comenzando por la nómina; tiene que imponer mayores tributos al pueblo; y tiene que venderle, al mejor postor, toda la infraestructura productiva del país, mediante las llamadas Alianzas Público Privadas (APP).
Con los ahorros, y el dinero producido por la venta de remate del patrimonio social de los puertorriqueños, se saldarían las deudas impagables y se alimentaría el fondo de retiro. El propósito de saldar las deudas viejas es intensificar los ciclos de deudas nuevas, y la construcción expandida de mayor infraestructura improductiva, con la consecuente destrucción de nuestros recursos naturales, como el karso.
El gobierno colonial tiene que continuar los despidos de empleados del gobierno, o se le reclasificará el crédito a la colonia. Moody’s acaba de enviar el mensaje de que si bien les mantiene la clasificación actual de A3 para sus $9 mil millones de deuda en obligaciones generales (GO), está reformulando la perspectiva de “estable” a “negativa”, afectando unos $29 mil millones de deudas del gobierno. Hasta que el gobierno no prosiga con la reducción drástica de sus gastos de nómina, exprima más al pueblo imponiéndole más y mayores tributos, y resuelva obligaciones a largo plazo, va a tener la soga en el cuello, ahorcándolo poquito a poquito.
Revisando la historia
Estamos entrando en una etapa crucial de nuestra historia. Sobre nosotros se han ensayado varios modelos económicos, según han evolucionado las necesidades de los imperialistas. Primero nos convirtieron, junto a Cuba, en una enorme fábrica de azúcar moscabado para alimentar el monopolio del refino en Estados Unidos. Más tarde, después de la Segunda Guerra, absorbimos capital manufacturero excedente, y se experimentaron con nosotros algunas modalidades de exportación de la manufactura liviana a sociedades post agrícolas. Luego se intentó convertir el país en una superestación petrolera para el mercado de Estados Unidos. Más tarde fuimos fábrica de drogas legales, y depositario de las patentes de alta tecnología y sus fabulosas extracciones financieras. Cada uno de esos modelos le sirvió al capital, duró mientras le fue útil, y fue desechado sin ceremonias cuando sus necesidades cambiaron. Cada uno de esos modelos económicos generó formaciones políticas y culturales que comenzaron a echar raíces, sólo para entrar en crisis cada vez que los imperialistas decidieron cambiar su modelo económico.
Ahora, Wall Street le está dando forma al más reciente esquema, útil a sus propósitos y necesidades, que sus sirvientes coloniales tienen la misión de imponernos.
El nuevo esquema de Wall Street
Este modelo tiene atributos perniciosos en extremo. Está basado no en estrategias de actividad productiva, sino en todo lo contrario. Se basa en la necesidad de Wall Street de circular sus excedentes de plusvalía acumulada, producto, en parte, de lo que todavía se produce aquí, pero cada vez más de lo que se produce en otros puntos geográficos —en China, en las Filipinas, en Brasil— y se transforma en la descomunal masa de capital financiero que, como el tiburón, tiene que mantenerse en movimiento perpetuo, o muere. Wall Street quiere convertir a Puerto Rico en una maquinita eficiente de reciclar excedentes de capital en forma de deuda renovable. Esa maquinita va a durar mientras tengamos espacio disponible para construir autopistas, hoteles, casinos, campos de golf, condominios de lujo, megamalls, urbanizaciones cerradas y cualquier otra “obra” que le rinda beneficio a la propiedad privada. Sobre esas bases económicas, los puertorriqueños continuaremos ahogándonos en una sociedad de criminalidad y corrupción, de improductividad y ocio. Continuará el éxodo migratorio hacia Miami, Orlando, Houston, y otros focos de asentamiento. Veremos degradarse nuestro ambiente, contaminarse nuestros recursos naturales, y destruirse la ecología que debería sustentar una sociedad descolonizada, productiva y verdaderamente democrática, basada en la equidad y la justicia.
Luchar o desaparecer
Wall Street confronta a los puertorriqueños con un reto radical. Si permitimos que nos imponga este modelo, cuyo emblema son las APP, estaremos consintiendo a que se nos despache como una sociedad sin futuro. Este modelo con el que el sector más servil de la burguesía criolla pretende sustentar sus privilegios, condena a las grandes mayorías del país al papel de plebeyos, y cuyo rol prescrito será el de recibir ingresos miserables, y rendirles tributos a las APP.
A los pueblos se le presentan situaciones en las que tienen que luchar para sobrevivir, o se ven condenados a desaparecer en la desorganización social sin rumbo. Wall Street nos confronta con una de estas situaciones históricas. Los trabajadores puertorriqueños queremos un mejor futuro que el que Wall Street y sus lacayos quieren imponernos. Se acerca el momento de las luchas definitivas.