El área este de Puerto Rico es la zona con mayor potencial de desarrollo turístico del país. Cuando uno ve los recursos naturales de la región, no puede dejar de pensar que ésta es la región perfecta para el desarrollo de una industria turística de nivel mundial. ¿En qué otra región del Caribe un turista puede visitar un bosque tropical por la mañana, bucear en arrecifes de coral por la tarde y ver el anochecer en algunas de las mejores playas de la cuenca? Esto sin contar con las islas de Vieques y Culebra, más la bahía fosforescente. Si Puerto Rico quiere competir por los 22 millones de turistas que visitan el Caribe cada año, es indispensable el desarrollo del área este.
El problema histórico de la región, por supuesto, lo constituyó la base naval de Roosvelt Roads. La que apenas permitía la existencia de algunos resorts como el hotel El Conquistador, los cuales por su naturaleza aportaban muy poco al desarrollo económico del área. El problema con los resorts es que se concentran en un turismo de clase alta, de tipo corporativo, el cual se queda en las instalaciones del hotel. El turista que necesitamos atraer es el de clase media, el que no va al hotel más que a dormir y gasta su dinero en los negocios locales. Sin embargo, éste precisamente es el turismo incompatible con una base naval.
Al lograr el cierre de la base naval, se dio un gran paso en la lucha por el desarrollo de la región. Sin la restricción de una base naval y con sus instalaciones disponibles, era obvio que, con un mínimo de inversión, fuese posible el desarrollo de una economía sostenible capaz de lograr el desarrollo necesario para alcanzar la justicia social que tanto necesita esta región. Sin embargo, varios años después de la victoria del pueblo para liberarse de la base, lo que podemos observar es un cuadro desolador: el desempleo está entre los más altos del país (40%), la criminalidad y la violencia se incrementan exponencialmente, mientras se acelera la descomposición social. ¿Qué pasó?
El error fue creer que las aspiraciones del pueblo son compatibles con las de los inversionistas que controlan el gobierno y que desde San Juan planifican “el desarrollo” del país, sólo con la meta de aumentar sus ganancias y con el mayor desprecio para el pueblo. No habíamos terminado de celebrar la victoria cuando un ejército de especuladores invadió la zona con la intención de apoderarse de todo. Mientras el gobierno arrastraba los pies con el desarrollo de la base, la economía languidecía bajo el azote de la crisis económica y la nefasta ley 7. Las propuestas llovían por montones: 4 marinas nuevas, condohoteles, villas de lujo para los ricos y más resorts. Por supuesto que para lograr estos planes es necesario destruir varias comunidades, como Maternillo en Fajardo y Daguao en Naguabo, entre otras, sin contar la destrucción de Corredor Ecológico del Noreste. Ante las protestas del pueblo, la respuesta del gobierno, a través de uno de sus burócratas-patronos, fue un descarado “such is life”.
La realidad es que la lucha no terminó con la salida de la Marina, sino que, al contrario, apenas comienza. Sólo a través de la organización del pueblo, de los pescadores, los sindicatos, los estudiantes y la clase trabajadora en general, podremos lograr un desarrollo justo y sustentable. Debemos unirnos al resto del país en contra de la Ley 7, por la protección de nuestros recursos naturales y por la defensa de nuestras comunidades.
Ismael Muller Vázquez es economista y miembro del Frente Socialista.