El crimen impune del USS Killen

Por Carlos (Taso) Zenón

En la columna anterior mencioné algo del USS Killen. Se trata de un destructor que, después de borrar del mapa a Hiroshima y a Nagasaki, y en plena Guerra Fría contra la Unión Soviética y China, en 1958, los militares de Estados Unidos lo usaron para hacer experimentos nucleares. En su libro Vieques quiere sanar, Tere Villegas nos describe cómo lo llenaron de animales y lo anclaron a 800 metros de la zona de detonación submarina de un artefacto nuclear. Depués de la explosión, encontraron a todos los animales muertos, pero el barco había sobrevivido estructuralmente.

En 1963, lo llevaron, junto al USS Fullam, (un barco gemelo que también usaron en las pruebas atómicas), a Northfolk, Virginia. Trataron de venderlos como chatarra, pero no pudieron por la enorme cantidad de contaminación radioactiva que tenían. Los usaron para experimentos explosivos convencionales, pero ya se hacían evidentes los efectos de la radioactividad a la que estaban exponiendo a su personal militar. Al Fullam lo hundieron a 180 millas de la costa de Virginia, a 500 pies de profundidad, pero al Killen lo llevaron a Roosevelt Roads. Llegó allí con su superestructura maltrecha, pero, como puede verse en la foto superior, estando anclado en Ceiba, todavía conservaba sus dos chimeneas. En la foto inferior, todavía en Roosevelt Roads, aparece estar en demolición. ¿Qué hicieron con las miles de toneladas de acero radioactivo que, al parecer, removieron en la base naval?

Poco después, lo llevaron a Vieques como un casco de contaminación radioactiva flotante, lleno de barriles de acero que se presume haber contenido la arena con la que trataron de removerle las capas superiores de pintura y metal contaminados. Tienen que haberla recogido y almacenado en los barriles. Como nos narra Tere Villegas en su libro, los militares no se han cansado de mentir, cambiando las versiones una y otra vez, cuando se les confronta con la existencia de los barriles, y se les exige que informen sobre su contenido. Al día de hoy, siguen ocultando y mintiendo.

Violando los protocolos de seguridad nuclear de la propia Marina, y de la Comisión de Energía Atómica, lo anclaron en Bahía Salinas del Sur, a menos de 500 pies de la orilla, en aguas que no tienen más 30 pies de profundidad, y allí lo usaron de objetivo para dispararle cañonazos y misiles.

Finalmente, en 1975, a fuerza de bombazos y cohetes, el USS Killen, cargado de cientos de barriles, se hundió en las aguas de poca profundidad al sur de Vieques. Sus barriles, con el tiempo, se han desintegrado, y su contenido tóxico se ha esparcido por el suelo marino. ¿Cuánta de esa contaminación radioactiva ha invadido la cadena alimenticia marina, que llega a las mesas de los puertorriqueños?

Los crímenes genocidas de la Marina de Estados Unidos contra el pueblo de Vieques son bien conocidos. La pregunta es, ¿cuántos puertorriqueños de la Isla Grande se están envenenando con la porquería radioactiva que nos han dejado en el fondo de nuestros mares?

Por el bien de todos los puertorriqueños, hay que forzar a la Marina a aceptar el terrible crimen que ha cometido contra Puerto Rico y obligarla a limpiar la basura radioactiva que nos daña la comida que sacamos de nuestros mares.

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