Después de los estragos causados por las orgías especulativas de los grandes bancos de Wall Street se ha desarrollado un apetito por vehículos más sobrios para la inversión de capitales. Nada más sobrio que la adquisición del usufructo de bienes de infraestructura productiva. Se trata de obras que ya están construidas y funcionando, y produciéndoles algún tipo de rentabilidad a las sociedades que las crearon con enormes sacrificios de sus ciudadanos. Wall Street ha adoptado el esquema de las Alianzas Público Privadas (APP) como el vehículo para instrumentar la apropiación privada de los recaudos que puede producir la infraestructura social.
Es importante distinguir entre infraestructura productiva y no productiva. Un ejemplo de la primera categoría son las autopistas de Puerto Rico. Los puertorriqueños llevamos décadas pagando, con nuestras contribuciones, los millones de dólares que se han tomado prestados para su construcción y mantenimiento. Las autopistas, no obstante, generan recaudos anuales al son de $206,171,300, según las cifras para 2009 – 2010. Por eso se les considera como infraestructura productiva, del tipo que cualquier gobernante con el más mínimo sentido de lealtad a su pueblo defendería con uñas y dientes.
Existe también infraestructura no productiva. El Tren Urbano (TU) ha recibido críticas, muchas de las cuales señalan su alto costo de desarrollo, en desproporción tanto al volumen de público que sirve, como a la capacidad financiera de la colonia. Encima de eso, entre la corrupción de la administración de Pedro Rosselló y la complicidad de Carlos Pesquera, los costos finales de construcción del Tren Urbano fueron superiores a los estimados, lo que se concilió con endeudamientos adicionales. Hoy, las deudas del TU son impagables. Éste no genera suficientes recaudos para cubrir sus operaciones, más el servicio a la deuda, lo que ha obligado al Banco Gubernamental de Fomento (BGF) a subsanar las deficiencias. El pueblo de Puerto Rico seguirá cargando sobre sus espaldas al TU hasta que, algún día, comience a rendir beneficios. Entonces será una infraestructura productiva, y se escucharán los aullidos de la jauría de Wall Street exigiendo una APP del Tren Urbano.
Mientras tanto, los bonistas de Wall Street les ha instruido a los gobernantes de la colonia que tienen que saldarles la deuda del TU. Empujan a esta administración a entregarles las autopistas de Puerto Rico al mejor postor, comenzando con la PR22 y la PR5. El primer resultado para los que no somos bonistas de Wall Street, ni servimos a sus intereses, es que vamos a terminar sometidos a una condición de servitud, de pagarles tributos, nosotros, nuestros hijos y nuestros nietos, a unos capitalistas que adquieren de un plumazo una infraestructura que, a través de las décadas, y con grandes sacrificios, hemos venido pagando. Serán ellos, los nuevos señores feudales de las carreteras del país, quienes decidirán cuán alto será ese tributo.
Pero como si esto fuera poco, este vil proyecto de las APP de autopistas contiene un componente de destrucción de las zonas del karso y del corredor ecológico del noreste que no podemos contemplar pasivamente. Los trabajadores de Puerto Rico tenemos que asumir el liderato en la oposición a los planes de pillaje de Wall Street, y a la abyecta complicidad de los gobernantes coloniales. Están sembrando vientos. Vamos a devolverles tempestades.