La creciente escisión en el movimiento obrero

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Por Luis Soto

 

Cualquiera que observe con perspicacia al movimiento obrero organizado en Puerto Rico, y los sindicatos en particular, no puede más que notar las tensiones internas que se perfilan.  Éstas salen a flote de vez en cuando con intensidad en momentos de un alto grado de agitación obrera, precisamente como los que se vive en la actualidad.  No estaría demás decir que en la fase actual de la lucha de clases la relación del actual liderato sindical con el despertar masivo de una conciencia oposicional al orden actual entre las masas trabajadoras se destaca como una de las cuestiones más decisivas del momento.

Tal es el caso no solamente en Puerto Rico, donde las masas trabajadoras enfrentan una ofensiva brutal llevada a cabo sin piedad por el gobierno local en nombre del capital financiero internacional representado por una Junta impuesta, sino también a nivel mundial donde los estallidos de ira obrera se chocan cada vez más frecuentemente con los intentos desde dentro de las mismas organizaciones sindicales para apisonar estos brotes de radicalismo obrero.

La ola actual de huelgas de maestros en EEUU nos brinda un ejemplo particularmente ilustrativo en el que se hace cada vez más evidente la creciente escisión en el movimiento obrero organizado.  En el caso de los maestros en EEUU, las experiencias recientes en lugares como West Virginia y Colorado, donde la burocracia sindical abiertamente socavó las huelgas llevadas a cabo por maestros de base, quienes gozaban de amplio apoyo popular, sin que se lograran ninguna de sus demandas básicas son particularmente aleccionadoras.  Al momento, se está librando una batalla similar entre los maestros de base en Arizona donde la burocracia sindical que los “representa” trabajó abiertamente en días recientes para poner fin a su huelga a pesar de la voluntad entre la inmensa mayoría para seguir su lucha.

Esta no es una experiencia desconocida para los trabajadores en Puerto Rico, especialmente los maestros.  Cualquier lector regular de AbayardeRojo se ha topado con nuestras denuncias de las repetidas traiciones de figuras como Aida Díaz, “líder” de la Asociación de Maestros.  Empero, el fenómeno no se limita a ella.  Este Primero de Mayo pasado, fuimos testigos de otro triste ejemplo de traición por la alta burocracia sindical del país cuando varios “líderes” sindicales, entre éstos Pedro Irene Maymí, Víctor Villalba, Frederico Torres Montalvo, Andrés Miranda Rosado, José Torres y Aida Díaz, se prestaron para que el canalla Thomas Rivera Schatz se proyectara como defensor de la clase trabajadora.

En realidad no debe sorprendernos que estos burócratas sindicales locales confíen y colaboren con canallas como Rivera Schatz y Johnny Méndez ya que llevan tiempo estrechando lazos con gente como Lee Saunders, presidente de la Federación Americana de Empleados Estatales, de Condados y municipales (AFSCME) y Randi Weingarten, presidenta de la Federación Americana de Maestros (AFT).  Se recuerda que Saunders, un economista y miembro de la alta burocracia del Partido Demócrata, cobra un salario anual de $350 mil y Weingarten, abogada y también demócrata además de ser la mentora de Díaz en Puerto Rico, cobra un salario base de $360 mil al año.  Ambos “líderes” sindicales se codean con ejecutivos y políticos del establecimiento político en EEUU.  Como dice el refrán, dime con quien andas…

Los comunistas les comunicamos a los trabajadores la siguiente advertencia: tengan cuidado con los traidores dentro de sus filas.  Esto es particularmente necesario respecto a los miembros de la alta burocracia sindical quienes mantienen una pata, cada vez más atrincherada, en el aparato sindical y otra en los campos de la politiquería capitalistas.

Para protegerse de estos elementos nocivos desde adentro, instamos a la matrícula de los sindicatos a exigir que todo “líder” cobre el mismo salario que el promedio de un trabajador miembro del sindicato, que no haya más reuniones secretas entre líderes sindicales y los políticos u otros representantes de la clase capitalista, y que toda medida a negociarse o decisión vinculante sea sometida para la discusión y votación por la matrícula antes de aprobarse.

Lejos de negar la necesidad de organizaciones sindicales para defender los intereses básicos de los trabajadores, como plantean algunos ultra izquierdistas, los comunistas entendemos que los sindicatos siguen siendo instrumentos indispensables mientras exista la explotación capitalista.  Sin embargo, reconocemos a la vez las limitaciones inherentes de la lucha de los sindicatos, y por tanto la organización sindical misma, particularmente cuando se trata del último objetivo de la conquista del poder por la clase obrera y la transformación socialista de la sociedad.

Les recordamos a los trabajadores de base que las organizaciones sindicales no son el patrimonio exclusivo de ningún “líder”.  Son el producto de generaciones de lucha colectiva marcada por sangre y sudor vertidos por las bases humildes dispuestas a sacrificarse para defender los intereses comunes de los trabajadores.  Como tal, la lucha por democratizar los sindicatos, por asegurar que reflejen genuinamente los intereses y la voluntad de sus bases, es un aspecto fundamental de la lucha de clases que ruge dentro del movimiento obrero.  Esta lucha para denunciar y destituir a líderes traidores y oportunistas es una que tiene que ser librada por los trabajadores mismos de un sindicato, siempre asimilando las experiencias de la lucha obrera en general y atentos a la conducta política de su propia dirección.

Muchos nos reprocharán con argumentos falsos sobre táctica que se usan con el intento de encubrir la traición política.   Esto suele ocurrir en las discusiones sobre la participación obrera en las elecciones oficiales y los intentos de presionar a políticos “simpatizantes” a que lleven a cabo políticas a favor de las masas trabajadoras.  Se oyen a menudo declaraciones como, “la lucha electoral o parlamentaria es tan necesaria como las otras formas de lucha” o “sólo presionando a ‘nuestros’ representantes elegidos se logran objetivos concretos”.   Estos argumentos, que se nos lanzan con aire de realismo, suenan muy pragmáticos.  Sin embargo, cuando se analiza bien la historia de aquellos “logros”, se caen estos argumentos como una casa de barajas.

Los comunistas no negamos que bajo ciertas condiciones la lucha electoral o parlamentaria puede resultar en pasos adelante en la lucha obrera.  La posición táctica de los obreros comunistas es una de flexibilidad.  Sin embargo, el uso de cualquier forma de lucha tiene que ser enmarcado por y subordinado a una concepción estratégica acertada, es decir, una comprensión clara de lo que es el objetivo final y los medios adecuados para lograrlo.

Tomémonos el ejemplo de la lucha electoral o parlamentaria.  Desde la perspectiva de la clase obrera, tal lucha constituye un escenario semejante a cuando el estado mayor de un ejército manda a un grupo de soldados especializado para realizar la misión peligrosa de penetrar el territorio enemigo y llevar a cabo operaciones de espionaje y subversión.  Tal como en cualquier otra guerra, el objetivo estratégico de este grupo especializado, compuesto por elementos de confianza probada y convicciones incuestionables, es debilitar las fuerzas enemigas desde dentro para así facilitar la ofensiva desde fuera.  Su propósito no es, ni puede ser, promover la reconciliación entre fuerzas opuestas en plena guerra.

De la misma manera, un grupo, digamos parlamentario, compuesto por cuadros probados y subordinado a un centro revolucionario, puede bajo ciertas circunstancias jugar un papel importante dentro del “campo enemigo” de una legislatura capitalista si forma parte de un movimiento revolucionario más amplio y realiza acciones para avanzar el objetivo estratégico de la clase obrera revolucionaria.

Pero, ¿piensa alguien que los dinosaurios sindicales que acaban de declararse “satisfechos” con su encuentro con el canalla Rivera Schatz están bregando de esta manera?  Ese grupo de burócratas sindicales, muy lejos de avanzar los intereses de la clase obrera dentro del campo enemigo, en realidad acuden al estado mayor capitalista para recibir órdenes e impulsar los intereses capitalistas dentro del movimiento obrero organizado.

En la medida en que se empeoren las condiciones de la sociedad capitalista contemporánea para las masas trabajadoras se agravarán los choques entre éstas y la alta burocracia sindical.  Estos choques inevitablemente ensancharán las escisiones actuales en el movimiento obrero organizado.   A las bases obreras no les queda otra alternativa que la de desenmascarar a los traidores internos, a aislarlos políticamente y así pasarlos por encima en la práctica.

La gente trabajadora aprende de la acumulación de sus experiencias colectivas; las más de las veces experiencias duras y decepcionantes que se acumulan durante largos años de lucha.  En la medida en que se pueda acelerar una asimilación crítica y acertada de estas experiencias, las lecciones adquiridas se van transformando en nuevos métodos de lucha y la posibilidad de logros concretos significativos.  No dudamos de que la clase obrera aprenderá de sus experiencias para superar la situación actual.

 

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