Puerto Rico ¿una nueva Meca de la especulación?

0
2033
La trayectoria volátil de las criptomonedas es producto de una ola especulativa.

Por Ismael Castro

 

En las últimas semanas, varios informes de prensa han resaltado el interés de especuladores de criptomonedas en Puerto Rico.  Esto no debe sorprender ya que la colonia, con todas las bendiciones de su administración gubernamental, se ha vuelto cada vez más un paraíso para cuanto estafador en busca de evadir impuestos sobre sus ganancias mal habidas.

Tal ha sido el caso de Nicholas Prouty, ejecutivo que dirige el fondo de cobertura Putnam Bridge y un engendro de las nefarias Leyes 20 y 22 las cuales crean un refugio fiscal para los especuladores internacionales multimillonarios en la colonia.  Prouty recientemente anunció sus planes de abrir un ‘criptobanco’ en Puerto Rico.  Pero Prouty es sólo el más vocal dentro de lo que se ha convertido en una ola de charlatanes que se aprovechan de los problemas económicos de la colonia, y de la voluntad de sus administradores de prostituirse a las fantasías más salvajes de los especuladores de Wall Street, todo en nombre de «atraer capital”, por supuesto.

Las criptomonedas como Bitcoin, la mejor conocida, surgieron después del desplome económico de 2008 como un mecanismo de contabilidad descentralizada para transacciones entre pares en que la historia de toda compra-venta y los balances de cada cuenta se mantienen públicos y transparentes a todos aquellos que formen parte de una red determinada.  El motivo detrás de esta nueva forma de moneda era crear un mecanismo para transacciones seguras basadas en la criptografía avanzada – criptomonedas como Bitcoin y Ethereum usan una criptografía avanzada a base de la curva elíptica.  Como tal, una transacción con una criptomoneda se realiza mediante el envío de un archivo digital especial entre pares, el cual es verificado mediante una firma digital o clave privada que corresponde al comprador.  Cada transacción requiere una confirmación independiente, un acto llevado a cabo por los mineros, el cual resulta en un “bloque” o record que se le añade a un libro mayor digital (digital ledger) conocido como una cadena de bloques o blockchain.  La cadena de bloques es un tipo de base de datos descentralizada y transparente en que se almacenan todas las transacciones confirmadas entre pares en una red.

En su forma original, una criptomoneda tal como Bitcoin, tiene una oferta limitada de fichas (tokens) que representan la moneda – en el caso de Bitcoin el límite absoluto es de 21 millones de monedas.  Es precisamente este límite absoluto a la oferta, el cual las distingue de una moneda fiduciaria (fiat currency), y les da su aspecto altamente especulativo.  En otras palabras, hay un límite absoluto a la oferta mientras la demanda puede crecer, por lo menos teóricamente, sin restricciones.

Sin embargo, la oferta de estas “monedas” obedece su propia lógica ya que alcanza su límite absoluto a través de unos procesos muy particulares.  La creación de estas “monedas” se efectúa a través de un proceso de “minería” en que los mineros después de confirmar las transacciones entre pares resuelven funciones criptográficas basadas en un algoritmo específico, el SHA 256 Hash algorithm, originalmente desarrollado por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA por sus siglas en inglés).  La resolución de estas funciones matemáticas les permite a los mineros construir un bloque para añadirlo a la cadena de bloques.  Cada resolución matemática le permite al minero reclamar un cantidad determinada de la moneda recién creada.

Es evidente que el conocimiento y la tecnología subyacentes sobre los cuales se han desarrollado las criptomonedas, las cuales dependen de la supercomputación así como el uso de algoritmos matemáticos sofisticados, tienen el potencial para una coordinación sin precedentes de un increíble número de procesos, incluyendo el aumento de la producción y distribución de bienes materiales y nuevas formas de conocimiento científico a través de todo el mundo.  Sin embargo, este potencial se ha visto eclipsado rápidamente por la afluencia de elementos sociales perniciosos atraídos por el anonimato que ofrecen la criptografía y el uso de claves privadas para realizar transacciones.

Desde el punto de vista objetivo, es importante entender dos aspectos de las criptomonedas. En primer lugar, al igual que todos los demás avances en campos como la tecnología y la informática, la “ciencia” subyacente de las criptomonedas sigue subordinada a la carrera para acumular ganancias individuales la cual forma el motivo central de toda actividad económica dentro de la sociedad capitalista.  Es decir, el enorme potencial de la supercomputación y las matemáticas avanzadas detrás de la criptografía no se emplea para la coordinación internacional de la actividad productiva humana destinada a resolver problemas sociales, sino que se desperdicia en la frenética búsqueda de ganancias capitalistas a través de esquemas especulativos y, cada vez más, actividades ilícitas como el lavado de dinero y el narcotráfico.  Por lo tanto, no debería sorprender que los criminales sofisticados y los especuladores de Wall Street hayan abrazado estas nuevas tecnologías.  Si bien muchos informes de prensa han resaltado el uso de las criptomonedas para las transacciones realizadas en las plataformas de comercio ilícito por Internet, como AlphaBay, Hansa, etc., además del lavado de dinero por elementos del hampa, también se ha visto un notable aumento en el número de estafas “legales”, particularmente todo tipo de esquema pirámide, perpetradas por firmas de inversión que inducen a la gente ingenua a invertir en estas monedas.

En segundo lugar, la búsqueda de una alternativa a la moneda fiduciaria, es decir, el dinero emitido por un gobierno o banco central aunque no respaldado por una mercancía física tal como el oro, es en última instancia un reflejo del carácter internacional del capital financiero.  Aparte del lavado de dinero, lo cual es el principal atractivo de los elementos criminales a estas nuevas monedas digitales, la evasión tributaria además de la actual capacidad de evitar la regulación de flujos de dinero transfronterizos, por lo menos a corto plazo, son otros factores junto con su aspecto especulativo que atraen a los fondos de cobertura y otras entidades financieras a las criptomonedas.

Esto no debe interpretarse como una oposición irreconciliable ente las criptomonedas y las monedas fiduciarias emitidas por un gobierno o banco central.  Precisamente por la alta volatilidad de su valor de mercado, que no se deriva de algo tangible subyacente o la política monetaria de un gobierno central, las criptomonedas no sirven como un medio de cambio.  Esto quiere decir que los mismos altibajos dramáticos y repentinos en su valor de mercado que atraen a los inversionistas especuladores serían desastrosos si las criptomonedas se usaran para efectuar las compras típicas del sustento diario por una familia.  En el análisis final, la inversión masiva de recursos en algo para el cual no existe un producto tangible o un servicio útil correspondiente evidencia el extremo parasitismo y la decadencia de la vida económica bajo el orden capitalista.

El hecho de que elementos como Nicholas Prouty y otros más vean a Puerto Rico como una potencial base para estas operaciones es indicativo de la complicidad de todos los administradores de la colonia.  Vale recordar que los intentos por Prouty de crear un criptobanco EEUU fueron rechazados por reguladores.  Como suele pasar, a lo que no se permite en el imperio se la da rienda suelta en la colonia.

Los administradores de la colonia, indudablemente, se pondrán de rodillas – si no de patas – para complacer a elementos como Prouty y sus correligionarios.  Como ha quedado evidente, su función principal no es atender a las necesidades de las masas de pobres y de gente trabajadora sino proteger los intereses de los ultra ricos.  Las masas obreras nada tienen que buscar en “gobernantes” que les dan la bienvenida a estafadores financieros.