En busca de un toldo: una odisea a través de la pesadilla burocrática y la estafa

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Un contrato de $93 millones y aproximadamente 45 mil hogares con techos destrozados todavía sin un mínimo de protección.

Por Ismael Castro

 

La prensa oficialista ha informado recientemente que de los 75 mil hogares elegibles se han instalado 30 mil toldos mediante el programa Techo Azul en Puerto Rico, menos de 50%.  Cualquiera que haya dado una vuelta por el archipiélago dudaría del muy bajo estimado de hogares elegibles.

 

En todo caso, la pésima distribución e instalación de toldos resalta no sólo la negligencia criminal de los gobiernos capitalistas sino la estafa que se está cometiendo todos los días bajo el fraudulento argumento de que la contratación de servicios esenciales a entidades privadas es la manera más eficiente y costo-efectiva para llevar a cabo las muy necesarias tareas sociales relacionadas a la recuperación.

 

Tomémonos como caso el otorgamiento de un contrato de 93 millones de dólares por el Cuerpo de Ingenieros a Power & Instrumentation Services and Ceres Caribe este noviembre pasado para aumentar la capacidad de la instalación de toldos a 1000 diarios.  Aparte de que no se ha visto el aumento prometido, el contrato fue impugnado por otras compañías que alegan favoritismo en el proceso de contratación lo cual ha resultado en mayores demoras.  Noventa y tres millones de dólares dividido por 75 mil hogares resulta en un costo de $1.240 por casa.  Sin embargo, un toldo azul de 20 x 25 pies, que es lo que FEMA distribuye, tiene un costo promedio de entre $47 y $95 en HomeDepot.  Se recuerda que la instalación de un toldo es una solución temporera – se dice que debe durar unos 30 días – hasta que el propietario pueda conseguir algo permanente.  Uno no tiene que ser genio para darse cuenta de que se está guisando.

 

Pero más allá de esa estafa está la cuestión del proceso para conseguir un toldo.

La negligencia criminal que ha dejado a un pueblo como Gurabo como un lugar olvidado antecede a María.

Hace unos días, AbayardeRojo habló con doña María Enriqueta Escalera Marcano, conocida como “Ketita”, de 85 años, en el pueblo de Gurabo, un lugar que aun antes de haber sido diezmado por María era olvidado.  A tres meses del huracán su población mayormente envejeciente todavía no tiene luz y tampoco funciona ni un semáforo.  La casita humilde de Ketita la pagó con chavos que reunía cosiendo y vendiendo frituras durante las fiestas patronales a lo largo de 16 años.  Al igual que numerosas casas del pueblo, la de Ketita sufrió serios daños estructurales en el techo los cuales le habían dejado con constantes filtraciones de agua, un creciente problema de moho y escombros acumulados que hasta la fecha el municipio no había removido.  El impacto negativo de estas condiciones en la salud de la gente, particularmente los ancianos, es obvio.

Residente de Gurabo, María ‘Ketita’ Escalera Marcano pasó por una odisea para conseguir un toldo para el techo de la casa.

Nos contó la anciana que se había enterado por medio de una vecina que FEMA estableció un lugar en el centro del pueblo para atender las solicitudes para los toldos.  Al llegar unos parientes de EEUU para ayudarla en la recuperación, Ketita se aprovechó para ir con ellos en carro a la plaza y averiguar sobre el toldo.  Sin embargo, cuando llegaron al lugar en la plaza donde supuestamente atendían la solicitudes le explicaron que tenía que ir al Parque Doble A en el barrio Celada a unos 10 minutos en carro para solicitar el toldo.  Un vez ahí, los oficiales de FEMA le explicaron a la familia que ese centro sólo era para procesar préstamos y que había que llamar a otro oficial en la oficina en Canóvanas, que también está encargado del área de Gurabo, para gestionar lo del toldo.  En esos momentos, sin embargo, dicho oficial no estaba contestando llamadas por lo que Ketita y su familia decidieron regresar al primer lugar en el pueblo bajo el consejo de una persona que estaba sentada en la sala de espera.

 

Doña Keti siguió contando que al regresar al primer lugar en el pueblo se caldearon los ánimos y que por fin un señor salió de una oficina trasera para explicarle a la familia que tenían que ir a Obras Públicas, ubicada en la vieja carretera hacia Caguas porque allí se podían conseguir toldos.  Otra vez en el carro, se dirigieron a Obras Públicas donde se enteraron de que, a pesar de que sólo se veían dos o tres entre el mar de hogares en el pueblo con techos dañados, sólo quedaba un toldo.  El señor que atendió a la familia explicó que el toldo que le acabó de entregar era del municipio – parece que FEMA entregó un primer cargamento directamente a los municipios donde en muchos casos la distribución quedó sujeta a la habitual corrupción politiquera – y que para solicitar uno directamente de FEMA aparte de llenar unos papeles había que apuntarse en una lista y que, según advertía, se tomaría “un tiempito”.  Al preguntarle qué significaba eso de “un tiempito” éste respondió que era cuestión de meses; ¡meses para que un equipo subcontratado por FEMA con ingeniero se asomara para evaluar la estructura e instalar un toldo 20 x 25!

 

Esta pesadilla kafkiana pone de relieve no solo la absoluta falta de coordinación y flujo de información, además de la corrupción, que caracterizan la burocracia gubernamental tanto a nivel colonial como federal, sino también el despilfarro de recursos para el enriquecimiento de contratistas privados en lugar de solucionar los problemas más apremiantes de la población.  Al final del día, el sobrino de Ketita y un amigo de la familia se las inventaron para subir al techo de la casa esa misma tarde y asegurar el toldo, ¡y a un costo mucho menor que los $1.240 que citamos arriba!

El toldo 20 x 25 instalado a un precio mucho menor que $1240.

Las lecciones de esta odisea, que se repite innumerables veces en diferentes áreas del diario vivir, son innegables.  Hace añicos del mito tan propagado por los capitalistas y sus defensores de que la privatización de servicios públicos y esenciales es más económico y eficiente en general.  Si bien la corrupción y la ineficiencia del gobierno colonial son asfixiantes, es igualmente evidente que las empresas con fines de lucro contratadas para prestar servicios esenciales, ya sea en tiempos «normales» o durante la recuperación después de un desastre, tampoco ofrecen ningún beneficio al pueblo.

 

Sólo la apropiación directa de los recursos públicos por parte de la clase obrera y la asignación de éstos de acuerdo con las necesidades racionales de la mayoría ofrece soluciones a los problemas apremiantes de la gente.  Sin embargo, esto requiere la creación de un nuevo sistema de poder político – basado en consejos obreros – capaz de dar voz y ejecutar una política pública que realmente beneficie a la mayoría.

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