Cada vez más peligrosa la región asiática

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Asia convertida en un barril de pólvora

Por Carlos Borrero

La noticia, aun no confirmada, de una prueba exitosa de un misil balístico intercontinental por el régimen norcoreano ha acaparado los titulares de la prensa internacional.  Según Pyongyang, el misil Hwasong-14, que se lanzó con un vector anormal como parte de la prueba, recorrió unos 933 kilómetros en un período de 39 minutos, una distancia que en caso de una trayectoria “estándar” haría teóricamente posible llegar a Alaska.  Durante los últimos años, el régimen de Pyongyang ha llevado a cabo varias pruebas de misiles, la mayoría sin éxito, con el objetivo declarado de «eliminar la amenaza estadounidense».  Aunque quedan dudas acerca del verdadero potencial norcoreano de amenazar al territorio estadounidense con misiles intercontinentales, está fuera de duda que varios países dentro de la región, como el Japón, se encuentran seguramente dentro del radio de la actual capacidad norcoreana.

 

Para ser claro, no hay nada progresista en la ideología o la política del régimen norcoreano.  Las masas obreras de Corea del Norte, lejos de dirigir la sociedad, son explotadas por una casta militar degenerada atrincherada dentro del Estado.  No obstante, la responsabilidad principal del creciente peligro de un desastroso conflicto armado en la región recae sobre el imperialismo estadounidense.  Para comprender esto, es necesario ubicar el actual enfrentamiento entre Washington y Pyongyang dentro del contexto más amplio de los conflictos actuales entre las grandes potencias mundiales.  Más precisamente, lo que está alimentando la actitud cada vez más antagónica de Washington hacia Corea del Norte es la creciente amenaza económica planteada por China, el benefactor casi exclusivo del régimen de Pyongyang, cuya capacidad económica ha llegado a desafiar la posición hegemónica en el mercado mundial ocupada por el capital estadounidense durante las últimas siete década.

 

Esta mayor competencia económica entre el capital estadounidense y chino se refleja en una serie de disputas comerciales y políticas que se han intensificado en los últimos años.  Por ejemplo, en lo que es el más reciente episodio del conflicto comercial en general, la administración de Trump está trabajando en un plan para imponer aranceles de hasta 20% a los productos de acero y aluminio, una medida claramente dirigida hacia China, bajo el pretexto de la «defensa nacional».  La sobrecapacidad en la industria siderúrgica china, junto con los costos de producción relativamente más altos dentro de Estados Unidos, son las causas inmediatas detrás del conflicto comercial entre las dos potencias en este campo.  Sin embargo, este más reciente episodio de la guerra comercial entre las dos potencias trae a la luz conflictos aun más fundamentales.

 

Por otro lado, EEUU ha intensificado su campaña de provocaciones en el Mar del sur de China. El domingo pasado, la marina estadounidense llevó a cabo su segunda operación de «libertad de navegación» bajo la administración de Trump cuando el USS Stethem penetró el perímetro de 12 millas alrededor de la isla de Tritón, parte del archipiélago de Paracel.  Estas islas han sido reclamadas por China desde 1974. Tanto Taiwán como Vietnam también disputan las islas de esta cadena las cuales, al contrario de otras tierras artificiales construidas por los chinos como parte de su programa de “restauración de territorio” en el mismo mar, son islas naturales.  En respuesta a la incursión del Stethem, la defensa china despachó buques de guerra y cazas para “advertirlo”.  Esta reciente incursión sigue a otra en mayo cuando el USS Dewey entró en el perímetro alrededor del arrecife Mischief, una parte de la cadena de islas Spratly.

 

El Ministerio de Defensa chino rápidamente denunció la acción provocadora de EEUU alegando que nada detendría ni el programa de construcción de islas artificiales o el aumento de la presencia china a través del Mar del sur de China.  De hecho, un masivo aumento naval, incluyendo la fabricación de portaaviones y submarinos nucleares, se ha convertido en la pieza central del esfuerzo para modernizar el Ejército Popular de Liberación.  Se recuerda que aproximadamente $5 billones ($5 trillones) en mercancía atraviesan el Mar del sur de China todos los años por lo que su valor estratégico es ampliamente reconocido.

 

Además de sus provocaciones directas en el mar, Washington también ha aumentado sus ventas de armas a países aliados a través de la región.  La semana pasada, el Departamento de Estado estadounidense aprobó la venta de $1.400 millones en armas a Taiwán, un movida que debe entenderse como una señal hostil a Pekín.  El acuerdo sigue el patrón de una emergente carrera armamentista regional.  Por ejemplo, durante el último año de la presidencia de Obama, Estados Unidos levantó su embargo para comenzar a vender armas a Vietnam mientras China recientemente ha iniciado negociaciones para suministrar armas a Filipinas.

 

A esta situación explosiva, no puede subestimarse el significado del militarismo japonés que también va en aumento.  Aparte de entrar en varios acuerdos conjuntos con EEUU para afianzar su propia producción de armamentos, hace un par de años se derogó la prohibición a la exportación de armas que ataba las manos de Tokio desde culminada la segunda Guerra Mundial.

 

Es en este contexto de una región convertida en un barril pólvora que debe entenderse la hipocresía detrás de las denuncias a Corea del Norte lanzadas por el gobierno estadounidense.  La agresión histórica del imperialismo estadounidense en la región, que resultó en una península dividida y el sur prácticamente convertido en un baluarte militar del Pentágono, es en sí una justificación para la preocupación del norte por la defensa.  Lo que está ocurriendo hoy a lo largo de la cuenca del Pacífico, al igual que en el Oriente Medio, es el cercamiento de la masa terrestre eurasiática por parte del imperialismo estadounidense.  Desde la perspectiva de la clase dominante estadounidense, el control sobre los recursos y las rutas comerciales estratégicos dentro de esta masa terrestre se ha vuelto cada vez más necesario para compensar la disminución relativa de su poderío económico.  Corea del Norte figura como una pieza más en este cálculo.

 

La raíz de la guerra moderna se encuentra en la competencia de vida o muerte entre grupos de potencias capitalistas en el mercado mundial.  Las masas obreras, de hecho la humanidad misma, seguirán pagando un precio muy alto mientras las potencias capitalistas maniobran para sacar ventaja una de otra.  La amenaza de guerra es real.  La conducta temeraria de todas las potencias capitalistas, con el imperialismo estadounidense a la cabeza, le da mayor urgencia al socialismo como cuestión de supervivencia para la humanidad.