MOLINOS VESTIDOS DE SEDA

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Por Hiram Mercado Pérez (Director del Distrito Sur del Colegio de Agrónomos)

Dice Juan del Pueblo que “la mona aunque se vista de seda mona se queda”. Así mismo hay titulados que, si bien están autorizados, no están capacitados. Es penoso ver cómo los principios del entrenamiento profesional se pierden ante el poder del billete. Y como algunos “profesionales”, abusando de su titularidad, pierden el enfoque de lo que debe ser una práctica de bien social.

Eso es lo que parece pasarles al grupo de técnicos de Pattern Energy, proponentes del proyecto industrial eólico en Santa Isabel.

La empresa indica que los molinos pueden construirse allí porque la política pública vigente “permite y promueve” el desarrollo de esa industria en esos suelos. Luego añaden que la zonificación agrícola de los terrenos estaría protegida por la presencia de los molinos.

Se les olvida que la política pública pudiera estar tan errada como los hombres que la diseñaron; los mismos que no pensaron en la urgencia alimentaria que propone nuestra escasez de suelo agrícola, que al presente anda en un déficit de medio millón de cuerdas. Los mismos que ignoran la Ley 242 de agosto del 2008, que ordenaba la separación de esos suelos como“reserva agrícola”, y prohibe su uso para otro propósito que no sea agrario.

Pattern Energy prefiere descartar o ignorar, que los seres humanos que trabajarían debajo de estas ominosas maquinas (de 306 toneladas de peso cada una) estarían bajo la presión de enfermarse del “síndrome de las turbinas de viento”, una condición neurológica reportada por la doctora Nina Pierpont desde el año 2009 en Estados Unidos (vea su reporte “Wind Turbine Syndrome”).

Las personas que viven cerca de los parques eólicos padecen de este síndrome, provocado por el ruido de baja frecuencia y el parpadeo estroboscópico de las hélices ante la luz del Sol. Las personas sufren mareos, tinitus (chillido de los oídos), vértigo, perdida de concentración (particularmente en niños) y trastornos del sueño entre otros síntomas. La propia declaración de impacto ambiental de Pattern indica que el parpadeo de las hélices ante el Sol no se puede mitigar.

Debemos distinguir la diferencia entre agricultura hortícola (intensiva) y la agronómica (extensiva). Pattern prefiere desinformar indicando que la agricultura de Santa Isabel es idéntica a la de Estados Unidos donde, en vez de seres humanos, se utilizan grandes máquinas sembradoras y cosechadoras de granos y cereales.

No les importa que la horticultura de Santa Isabel requiera mano de obra constante en el campo de labranza. Que a diferencia de los granos y cereales de Estados Unidos, los vegetales de aquí requieren constante atención y horas de trabajo manual, y que expondrían a las personas a horas excesivas bajo estas maquinas industriales en movimiento.

Por otro lado la horticultura no se puede practicar en terreno compactado alrededor de la base de las turbinas. Que los virajes de maquinaria agrícola, por la fragmentación de las fincas, serían más frecuentes, reduciendo la eficacia de las operaciones. Y que el suelo removido pierde su estructura natural y por tanto buena parte de su fertilidad.

Seríamos el primer país que coloca estos adefesios justo sobre nuestros cultivos y sobre nuestros trabajadores, sometiendo a ambos a ese riesgo.

Tampoco mencionan los potenciales proyectiles por las fracturas de hélices que conforman más del 60% de los incidentes de estos parques industriales (véase

No sólo debemos sumar terrenos a nuestra agricultura, también debemos proteger la seguridad de nuestros obreros del campo.

Ya esta bueno de mentiras. Lo que vende Pattern son turbinas eólicas que no son compatibles con la horticultura de Puerto Rico. Hay incautos, que están haciéndole el caldo gordo a Pattern, y tendrán que vivir con eso.

Santa Isabel trataría de hacerlo con un parque industrial nocivo, arriesgando su mejor industria.

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